"No hace falta ser perfecto
para merecer amor y respeto”.
Anónimo
Hace unos días, estando acompañado de mis amigos de adolescencia, compartiendo el pan y la sal, salieron comentarios sobre nuestra forma de ser y enfrentar el mundo. Durante la conversación hubo comentarios. Todos buenos porque al final, decía yo que cada uno tiene su manera de ver el mundo y enfrentarse a él.
Cada persona es diferente. Hay unas más enojonas que otras, hay otras más tranquilas que unas, hay personas sensibles, otras mucho más sensibles, otras muy pragmáticas. Hay personas empáticas que despiertan confianza en los demás. Algunas que traen el destino pintado en la cara, es decir siempre enojados… En fin.
Todo esto dicho, tal cual, es lo que manifiesta nuestra salud mental.
La organización Mundial de la Salud, define la salud mental así: “la salud mental es un estado de bienestar mental (aunque suene redundante) que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad. Es parte fundamental de la salud y el bienestar que sustenta nuestras capacidades individuales y colectivas para tomar decisiones, establecer relaciones y dar forma al mundo en el que vivimos. La salud mental es, además, un derecho humano fundamental. Y un elemento esencial para el desarrollo personal, comunitario y socioeconómico. Significa que nuestro comportamiento afecta, de manera positiva o negativa tanto a los nuestros como a los que nos rodean y nos ayuda a lidiar con todo a lo que nos enfrentemos, de diversas maneras.
La salud mental es tan importante como la salud física puesto que puede afectar aspectos específicos de la vida escolar y laboral de los individuos, y de la vida familiar ni hablar, además de provocarles sentimientos de angustia.
Si observamos con cuidado y analizamos lo antes expresado, la salud mental es fundamental para el buen desarrollo de la persona.
Cuando nos duele un diente, inmediatamente vamos al dentista. Si nos duele la garganta vamos al otorrinolaringólogo, y así con cada especialidad médica que atiende la salud física.
Pero cuando nos duele el alma, es decir, estamos tristes, angustiados, o con sentimientos encontrados, no hacemos una cita con el psicólogo. Ese es un problema terrible en nuestro país. Sólo 2 de cada 10 personas asisten al psicólogo. Y el 90 % de las personas piensan que pueden superar sus problemas de salud mental solos.
Esto es algo fuera de lugar, porque, insisto, si te duele un diente, inmediatamente haces una cita con el dentista. Y el problema va creciendo cada día. Fue a partir de la pandemia que los problemas de salud mental aumentaron de acuerdo a lo que dijo María Elena Medina Mora, directora de la facultad de psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Se dice que antes de la pandemia se hablaba poco del tema de la salud mental, pero con la llegada de la pandemia que nos tocó vivir, y retomando las palabras de la Dra. Medina: “la pandemia hizo que esto fuera una conversación común y que la gente empezara a pedir ayuda.”
Después de analizar y reflexionar lo que está sucediendo en nuestras comunidades, no me queda de otra que pensar que muchos de nosotros estamos padeciendo de nuestras facultades mentales. Analícenlo. Violencia en la familia, violencia en las calles, violencia en las comunidades, violencia en las escuelas, violencia en el trabajo, violencia en el noviazgo, más el tipo de violencia que deseen agregar.
Por ello, y va la invitación a los candidatos a los futuros puestos de elección, es de suma importancia que se tome en cuenta esta necesidad y se realicen proyectos de psicoeducación. Es necesaria la existencia de programas y escuelas para padres con el fin de detectar comportamientos que no son saludables en sus hijos y puedan recibir una atención psicológica adecuada. Y a partir de este tipo de programas, contribuir a la salud mental de nuestros hijos e hijas con otros programas como mediación escolar, es decir, aprender a desaprender todo lo negativo que tenemos y aprender nuevos paradigmas para vivir en armonía y concordia con quienes vivimos y convivimos todos los días.