Para nosotros, quienes hemos estado haciendo composta desde hace años, contemplar la idea de tirar los desechos de comida a la basura es sencillamente imposible; no nos permitimos hacer eso. Nuestra conciencia ecológica nos lo prohíbe y considerar dicho acto francamente queda afuera de nuestra realidad. Es que una vez que tengan una composta y sean testigos de la descomposición orgánica – para que al final obtengan una tierra rica en nutrientes – estarán más que convencidos que hacer una composta es esencial.
Somos nosotros los que complicamos nuestras vidas a tal grado que las actividades sencillas son olvidadas o no tomadas en cuenta. El dicho “ver para creer” es cierto y hasta no ver los frutos de una composta no lo van a creer. Lo que fueron un día cáscaras de fruta o de huevo, granos de café, bolsas de té, flores y hojas, verduras y papel estraza se convierte en una tierra maravillosa. La descomposición es la clave y dentro de la composta hay miles de millones de microbios que viven felices consumiéndolo todo y generando mucho calor. La composta se hace sola y la única atención que necesita es un poco de humedad de vez en cuando.
“Huele feo” es la respuesta de muchos, pero sólo huele raro si no cuidan bien la composta. Un exceso de agua es generalmente el problema y es fácil de rectificar: no echar agua por un tiempo y cuando sí, solo un poco. Si se hace sopa, por exceso de agua, sabrán que es importante dejarla secar, moviéndola y volteándola para que todo tenga la oportunidad de secarse. “Atrae las ratas y los ratones” es otra queja y esto sólo pasa si no cubren la comida con hojas secas u otro material natural. La comida huele en su estado natural y por lo tanto es importante cubrirla con hojas, plantas secas, aserrín o tierra para que su olor natural no permee el ambiente. Así, no atraerá ningún animal y la composta trabajará sola, transformándose en algo extraordinario: tierra pura. “No tengo dónde ponerla” es otro argumento, pero un compostero no necesita mucho espacio. Se puede escoger uno que ocupe un espacio pequeño y se pueda colocar en una esquina sin uso; todos tenemos una, por lo menos.
El resultado vale la pena: se trata de tierra, el mejor fertilizante que hay. Echarla a las bugambilias o a cualquier planta o árbol ayudará a propagar el cultivo saludable de la planta que tendrá más flores y se pondrá aún más bonita de lo normal. La composta dará vida a sus plantas y árboles, hasta a su pasto y, lo mejor de todo, es absolutamente gratis. Es un regalo de la tierra. Y a nosotros nos toca devolver a la tierra lo que sacamos de ella, donde empezó su ciclo de vida.
La composta no sólo se hace en casa sino también en las oficinas, en las fábricas, en las escuelas y universidades, en los centros comerciales, los restaurantes y los cines. Se puede hacer en cualquier lugar que genere residuos orgánicos. Sólo depende de nosotros ponerla en práctica y contribuir a disminuir la cantidad de desechos que se tiran a la basura. Con voluntad propia es fácil organizarse e incluir a la familia, a los colegas, a los vecinos, a todos, para que participen en algo totalmente natural. Además, estarán contribuyendo a la salud en general, a no llenar los tiraderos municipales con residuos orgánicos donde sí huelen horriblemente y a mantener más limpias las calles, más ordenados los campos y más bonito nuestro medio ambiente. Depende de uno: se trata de un esfuerzo mínimo y todos podemos hacer nuestra parte y tener una composta. ¡Ojalá que sí se animen!