Los ciudadanos que compran y utilizan productos hechos de unicel, son egoístas. Los miembros de la sociedad que ignoran cualquier información contundente de por qué el plástico resulta perjudicial para nuestra sociedad, son egoístas. El público que se cree que nos costará menos la energía eléctrica gracias a la reforma energética, no sólo es egoísta, sino ignorante.
Los políticos que dicen que la práctica del fracking nos dará una fuente ilimitada de gas natural, viven en el engaño porque nunca mencionan cómo ese fracking nos dañará en términos de nuestra salud y del equilibrio de nuestros ecosistemas. Eso también se llama egoísmo.
El caso de los papás que no enseñan a sus hijos cómo plantar, regar y cuidar un árbol, se trata también de egoísmo. Los seres humanos que sólo piensan en su propia vida y bienestar sin contemplar qué tipo de mundo dejarán a las futuras generaciones, son egoístas por excelencia.
El egoísmo es un tema interesante. La Real Academia Española (RAE) define egoísmo así: “Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás”.
Existen muchos otros ejemplos de cómo somos egoístas y obviamente esa característica humana es más fuerte en algunas personas mientras que en otras es casi invisible.
Los egoístas manejan sus autos como si la calle fuera de ellos y de nadie más. Son aquellos para quienes abrir una puerta a otro, ni se les ocurre, ni siquiera por equivocación. Es el tipo de persona que sólo habla de sí mismo como si fuera la única persona importante en esta vida. Es gente que no sabe perdonar, ni ser generosa.
Por el contrario, las personas que practican el desinterés saben compartir y ponen a los demás primero, son las que entienden la realidad de nuestros tiempos, que trabajan para el futuro del planeta. Son quienes lloran por cada árbol que termina talado, que practican la ecología, que mantienen una composta y que se preocupan por el derretimiento de los glaciares y el Ártico, así como por cada acontecimiento climático violento y destructor. Estas personas sí viven en la realidad, sí entienden el peligro de nuestro estilo de vida, trabajan para mejorar la condición humana y son quienes realmente le tienen amor a nuestro planeta Tierra.
Es vital decidir si eres una persona egoísta o no. Si te cuesta trabajo saber la respuesta, te pongo aquí unas preguntas. Si tu respuesta es “no” para cinco de las diez preguntas, es que eres egoísta, así de sencillo.
¿Separas y reciclas tus residuos?
¿Tienes composta?
¿Has plantado un árbol en el último año?
¿Te bañas en tres minutos o menos en la regadera?
¿Cierras la llave mientras te lavas los dientes?
¿Desconectas todos tus aparatos eléctricos mientras no están en uso?
¿Rechazas las bolsas de plástico?
¿Has dejado de comprar productos de unicel?
¿Sabes qué es el fracking?
¿Te importa el cambio climático?
Martin Luther King opinó sobre el egoísmo: “no importa cuánto se viva, sino cómo se vive. Si se vive bien y se muere joven, se puede haber contribuido más que una persona hasta los ochenta años preocupada sólo de sí misma”. Yo no lo podría haber dicho mejor. Si más de nosotros fuéramos menos egoístas y más generosos, el mundo sería un mucho mejor lugar, sin duda alguna.