El eclipse ocurrió porque la tierra se interpuso durante tres horas y 34 minutos entre el sol y la luna. Recordemos que un eclipse lunar sólo tiene lugar cuando el sol, la tierra y la luna están perfectamente alineados, con la tierra posicionada entre el sol y la luna. Como consecuencia, en esa madrugada la luna se volvió roja y pudo verse en la mayor parte de América. Nos tocó suerte porque desde nuestro estado se pudo ver perfectamente. Por una vez, el cielo estuvo totalmente despejado a la hora designada, además de estar lleno de estrellas, por lo que la luna estuvo totalmente visible. Es raro que adquiera ese tono rojizo y la razón de tal efecto se deba a la atmósfera, que se extiende unos 80 kilómetros más allá de la superficie terrestre y actúa como un lente. Las partículas atmosféricas refractan la luz del sol y sólo dejan pasar la luz roja que da a la luna ese extraño resplandor. Esto es parecido a los colores que vemos en el cielo, ya sea en el amanecer o en el atardecer.
Este eclipse fue el primero de una serie de cuatro que ocurrirán entre este año y el año próximo. Es importante saber que no habrá otra serie igual hasta el año 2032. Si no viste este primer eclipse te sugiero hacer un esfuerzo por ver los demás, porque es una experiencia que nunca vas a olvidar.
Mi llegada a México hace poco más de 23 años coincidió con el eclipse solar total que tuvo lugar el 11 de julio de 1991. Nunca se me va a olvidar la experiencia, aún más extraordinaria que el eclipse lunar reciente. Al momento del eclipse total te das cuenta del cambio en la intensidad de la luz de día, cómo baja la temperatura de manera impresionante y la confusión de los animales, sobre todo los pájaros. Es una experiencia que te marca y, en mi caso, me puse a pensar qué pasaría si no saliera el Sol algún día, cómo sobreviviríamos sin la luz y el calor del sol.
Cuando se ve la luna tan grande y tan de cerca, como lo fue la semana pasada, ello nos recuerda que nosotros los seres humanos somos muy insignificantes en el gran orden del universo. Es más, nuestro planeta tierra es sólo uno de los billones que conforman el universo. Sobre todo, aunque nos parezca enorme a nosotros, hay que entender qué tan pequeño es comparado con el sol. De hecho, la tierra es minúscula en comparación con Júpiter, Saturno, Urano o Neptuno, los planetas grandes más cercanos. El sol es aún más grande y hay muchos otros planetas aún mayores. Lo que tenemos que entender es que no importa que la tierra sea tan pequeña en relación a la inmensidad del universo: sus habitantes la tenemos que cuidar.
La tierra es el único planeta que tenemos y para nosotros se siente inmensa, llena de belleza natural, de países y paisajes extraordinarios, de gente con talentos fantásticos. Pero hemos abusado de ella, la hemos dañado, le hemos faltado el respeto sin duda alguna. Somos seres humanos y la mayoría de nosotros somos buenas personas. Sin embargo, desafortunadamente nuestro planeta es golpeado y amenazado todos los días por personas y empresas que se dedican a cometer actos violentos, a causar guerras y conflictos, a inventar prácticas peligrosas para tener acceso a carbón, petróleo, minerales y gas, entre muchas otras cosas. Aunque estén en la minoría, sus acciones tienen graves consecuencias para todos nosotros en términos de nuestra seguridad y felicidad, y nuestro bienestar social y económico.
Pasamos sólo un momento por esta tierra, sólo tenemos una oportunidad para contribuir a la humanidad de alguna manera. Hay que aprovechar ese momento y hacer algo por el bien de todos, no abusar ni destruir sino pensar en los demás, trabajar para mejorar la condición humana. En tiempos remotos la gente tenía miedo de los eclipses y decía que eran de mal agüero; de hecho, temían mucho estos acontecimientos. Con el paso del tiempo entendemos por qué ocurren los eclipses y ya no nos dan miedo. Para mí, sirven para recordarnos la inmensidad del universo y nuestro papel pequeño e insignificante en todo este ancho y extraordinario mundo.
Fuentes de información:
www.bbc.co.uk/mundo