No caigamos en la trampa de las decisiones de personas que alegan que el frackinges inofensivo para la salud, el agua potable, la tierra, el aire, la flora y la fauna. No debemos engañarnos sólo porque la fracturación hidráulica podría beneficiar nuestra economía. Tal vez la economía se beneficiaría, sí, pero si nuestra salud y nuestro bienestar están en el balance, ese es un argumento que no tiene peso alguno.
A sólo 100 metros de la casa de un habitante del poblado de Ponder, en el estado de Texas, se instalaron cinco pozos de fracturación. Muy pronto después de que iniciaron sus operaciones los pozos, inyectando una mezcla de químicos tóxicos para fracturar la tierra y lograr el acceso al gas metano que está almacenado bajo la superficie de la tierra, este habitante empezó a sufrir dolores de cabeza, náuseas y hemorragias nasales. Lo mismo les sucedió a otros vecinos que viven también cerca de los pozos. Lo curioso es que los operadores de los pozos en ningún momento informaron a los habitantes de su intención de fracturar, ya que la ley no les requería compartir esa información. Compraron los terrenos con el permiso del gobierno local, pero en ningún momento fueron requeridos de dar aviso a los habitantes más cercanos a los sitios de perforación. La ley tampoco requiere que revelen la mezcla de químicos utilizados en la práctica del fracking.
La construcción de estos pozos implica la destrucción de áreas verdes, el tránsito de muchos camiones de carga pesados, equipos de construcción que hacen mucho ruido, el olor terrible de los químicos y, finalmente, la instalación de una magna torre de perforación de unos 65 metros de altura que obstruye cualquier vista que uno podría tener. Una vez en operación, los habitantes tejanos notaron el polvo que invadía continuamente sus casas, el olor permanente a los químicos, la contaminación del aire que hacía llorar sus ojos todo el día, además de los dolores de cabeza y las hemorragias nasales que comenzaron a padecer.
Ese polvo tiene la capacidad de dañar las carrocerías de los autos. Una persona que vio su auto cubierto del polvo blanco lo llevó a lavar y al terminar se dio cuenta que el polvo había quitado también la pintura. Ese mismo polvo entra a los pulmones de las personas y es la causa de enfermedades respiratorias; algunos habitantes han sufrido neumonías y asma por primera vez en sus vidas.
Lo que revela este relato tan real como trágico es una falta de normatividad, una falta de legislación adecuada, y una falta total de respeto y preocupación por las personas, el agua, el aire, la tierra, la flora y la fauna. Y esto es en los Estados Unidos. ¿Qué será de nosotros en México? En muchos países donde les urge empezar a fracturar, la nueva práctica de los gobiernos es manipular las leyes a su gusto para permitir la instalación de pozos sin proteger a las comunidades locales. La razón de estas decisiones es financiera o, más bien, es la economía. Sabemos que el dinero es lo que mueve al mundo y como el bienestar de la comunidad nunca entra en la ecuación. El simple hecho de utilizar las cantidades formidables de agua que requiere la fracturación hidráulica ya es un crimen, según mi punto de vista. Existen tantos lugares que sufren de escasez de agua que para mí es impensable poner en peligro la poca que nos queda, además de poner en riesgo los mantos acuáticos al inyectar esos cocteles de químicos tóxicos en la tierra. Esas sustancias llegan a mezclarse con el agua pura subterránea, envenenando así lo que es una fuente de vida no sólo para nosotros los seres humanos, sino también para la flora y la fauna cuya existencia depende de esa misma agua.
Tener un hijo bajo estas circunstancias es un peligro; criar una familia resulta ser una preocupación radical ya que las enfermedades serán permanentes y persistentes. Sentirse seguro bajo esas circunstancias es casi imposible debido a los temblores constantes que provoca la fracturación; vivir en paz y tranquilidad una imposibilidad por el ruido constante las 24 horas del día. Planear para el futuro bajo estas circunstancias es difícil sino imposible, dado el alto riesgo no sólo de la fracturación en sí, sino también de las aguas residuales tóxicas que quedan almacenadas en tanques especiales al lado de los pozos, para siempre. Vender una propiedad bajo estas circunstancias será imposible. En efecto, ¿quién querrá vivir al lado de un pozo de fracturación hidráulica?
Fuente de información: www.theguardian.com/environment