Sin importar la especie, todos los pájaros tienen en común su vida 100% ocupada con la supervivencia, la procreación y la búsqueda de alimento. Todos ponen huevos en sus nidos en la primavera y pasan las semanas siguientes del nacimiento de las crías buscándoles comida y enseñándolas a volar en cuanto están suficientemente desarrolladas. Vemos aves volar a alturas diferentes y estamos muy conscientes de ellas por su canto, su tamaño, sus colores, sus nidos y sus hábitos. Existen poemas sobre la belleza de los diferentes tipos de pájaros, sus notas musicales o la elegancia de su vuelo. Algunas canciones llenas de simbolismos hacen referencia a pájaros específicos. También se han hecho películas, como la famosa “Los pájaros” de Alfred Hitchcock, la cual muestra escenas de agresión por parte de grandes pájaros negros y amenazantes que atacan a seres humanos, en particular a una bella mujer.
En fin, mucho se ha dicho y escrito sobre los pájaros. Para nosotros es normal verlos volar en el cielo ya que forman parte de nuestra vida diaria. Sin embargo, no nos damos cuenta que su existencia tan sencilla está también plagada de peligros. Es común en México que las casas tengan ventanales grandes debido al calor. Además, los edificios altos de las ciudades están cubiertos de vidrio y los pájaros se equivocan y se estrellan contra los vidrios, en muchos casos matándose al instante. El problema es la reflexión, pues se confunden pensando que el pájaro que ven es otro y no ellos mismos.
Un peligro aún más impactante es el de la luz artificial que se convierte en polución lumínica de noche. Causa desorientación o se convierte en un estímulo innatural para los animales, afectando incluso la reproducción de muchas especies y beneficiando a algunos depredadores a expensas de las especies que constituyen sus presas. La luz gobierna la fisiología y la ecología de las especies, sus interacciones y hasta sus ecosistemas. La cantidad de luz es tanta de noche que cualquiera de nosotros puede percibirla sólo con salir de noche y ver al cielo. Si no alcanzamos a ver las estrellas, lo que es muy común en las áreas urbanas, es porque la contaminación lumínica es excesiva.
Los pájaros migratorios se equivocan en su camino por la enorme cantidad de luz que emiten las grandes ciudades. La luz los atrae y les hace creer que han llegado, que es de día –cuando todavía no lo es– y terminan aterrizando en zonas peligrosas, totalmente desorientados. Es más, muchos se llegan a estrellar contra edificios altos. Es horrible y terriblemente triste. Para retomar su viaje no saben hacia dónde ir, no tienen qué comer y ello resulta finalmente en su muerte. El problema ha sido reconocido por las autoridades de ciudades en la ruta migratoria de muchas especies. En el pasado esas ciudades –y ahora también la ciudad de Nueva York en Estados Unidos– practican cada año la disminución de la intensidad de la iluminación de sus edificios gubernamentales, ayudando así a los pájaros a seguir en su camino correcto. Es natural para ellos volar de noche y descansar de día en sitios donde encuentren suficiente comida y si no se desvían de su ruta entonces todo saldrá bien. El disminuir la iluminación nocturna les ha ayudado mucho, sin duda alguna.
El problema de la polución lumínica no sólo afecta a los pájaros sino también a otros animales y a los insectos, sin que los humanos nos demos cuenta de ello. Es similar a lo que ocurre con los pasajeros de un vuelo largo donde el cambio de horario juega con su percepción y necesidad de sueño. Todos podemos hacer nuestra parte para evitar el trastorno de la flora y la fauna locales, apagando luces o al menos utilizando luces de menor intensidad. La próxima vez que veas una golondrina, una especie de pájaro migratorio, toma un momento para meditar sobre su largo viaje, los peligros que tiene que ir afrontando en su camino, así como el milagro –el verdadero milagro– que representa su llegada cada año a nuestro estado.