Nuestra realidad global hace que se divida el mundo en dos: los países desarrollados y los países en desarrollo. Los que ya están desarrollados son aquellos que experimentaron primero las eras de descubrimientos importantes que hoy forman la base de la vida moderna: la extracción de carbón y luego de petróleo de la tierra, lo que permite todo tipo de transportación e industria, la llegada de la luz eléctrica a las casas, la quema de carbón, el uso de fósiles combustibles para crear productos como plástico, unicel, PET… la lista es larga. Entonces fueron ésos los países que emitieron las primeras emisiones de carbono al ambiente, en cantidades cada vez mayores, sin demasiada crítica. Siempre hubo científicos que hablaban del daño que se hacía a la tierra, pero sólo ahora estamos mucho más conscientes de ello. El caso actual es que los países en desarrollo, como México, están haciendo todo lo que pueden para alcanzar a los que se consideran “desarrollados”. El proceso apremiante de modernización en países como China, India y Rusia, entre muchos otros, ha contribuido terriblemente al calentamiento global y al cambio climático.
Un ejemplo de esta modernización urgente es la autopista que atraviesa Cuernavaca, o el libramiento como se le conoce localmente. Permite la llegada rápida para quienes viajan del Distrito Federal y para los que vivimos aquí. La vista normal de los que vienen manejando de Tepoztlán o del DF es de árboles majestuosos, jacarandas notables por sus flores azules o moradas en la primavera, además de hules y un sinfín de otras variedades de árboles, o sea una visión abundantemente verde y natural. Algunos de esos árboles tenían más de 80 años de vida y eran el emblema de la entrada norte de Cuernavaca por la autopista, pero ya no. Una celebración de la naturaleza y de la vida ha sido destruida, en cuestión de días, sólo en nombre de la modernización. Debido a la gran afluencia de vehículos que utilizan a diario el libramiento, el tráfico se ha vuelto muy complicado en horas pico y la autopista ha sido declarada insuficiente para la vida moderna.
Lo que está pasando en Cuernavaca se repite en otros lugares, sin duda alguna. Es una situación crítica que forma parte de cualquier decisión por ampliar calles y autopistas, construir casas y edificios enormes, entre muchas otras cosas. De hecho, el Observatorio Global de Bosques (GFW por sus siglas en inglés: Global Forest Watch) acaba de emitir un reporte que dice: “en lo que va del siglo XXI, México ha perdido alrededor de 2.5 millones de hectáreas de bosques y ha recuperado solamente 633 mil; esto genera un balance negativo de 1 millón 840 mil hectáreas de bosques perdidas entre 2000 y 2012, lo que equivale al tamaño del estado de Hidalgo” (http://eleconomista.com.mx).
Lo que urge es un buen manejo forestal, no sólo en las áreas boscosas sino también en las zonas urbanas donde el desarrollo moderno involucra cada vez más la tala de árboles, en la mayoría de los casos sin los permisos necesarios y sin las condiciones requeridas. Plantar árboles nuevos en lugares donde se sabe que nunca habrá ningún tipo de construcción, es lo que urge conseguir. Sin embargo, debido a la carencia de un programa planeado y efectivo de urbanización, no se ha impedido la construcción de casas en zonas prohibidas ni la siembra de árboles en áreas indebidas.
La sociedad desea avanzar, las autoridades responden y lo último que tienen en mente es el futuro de los árboles. El frágil balance entre el progreso y el medio ambiente ha sido sacudido seriamente. Reubicar y replantar árboles maduros sería la única respuesta, pero ¿quién lo hará? ¿Quién asumirá la responsabilidad? La devastación que uno ve ahora al pasar por el libramiento es lastimosa, desgarradora y dolorosa; además afectará seriamente el clima de toda la zona aledaña. Ya estamos sufriendo temperaturas mucho más altas que anteriormente y los árboles contribuían a mantenernos un poco más frescos. Ya no. Es una zona de desastre y sobrevivir a ella será penoso y muy difícil.