Todos los años en estas fechas los árboles se llenan de flores, en nuestros jardines, en las calles y en el campo, en donde alguien haya plantado y cuidado un árbol. La cantidad e intensidad de las flores dependen de las condiciones climáticas, las temperaturas, si recibieron suficiente agua en la última temporada de lluvias, etcétera. Lo importante es que floreen y provean polen para las abejas que buscan su alimento con dedicación y tenacidad.
Demos gracias por estos colores y muestras de vida contundentes. Sin embargo, en Cuernavaca estamos viendo menos belleza que lo acostumbrado por una sencilla razón: la tala de miles de árboles del libramiento, muchos de los cuales floreaban. Los recordamos con tristeza. A las personas que estábamos habituadas a ver las majestuosas jacarandas, al borde de la carretera en el norte de Cuernavaca, nos hace falta enormemente el color morado de sus flores tan tenues; nos dotaban de alegría, de vida, de oxígeno, de naturaleza. Pero ya no están y su ausencia nos pesa cada vez más.
Se supone que hoy en día cuidamos y protegemos los árboles. Existen campañas de reforestación, esfuerzos por motivar al público a adoptar y cuidar uno o varios afuera de sus casas, así como leyes que prohíben la tala ilegal de árboles. Sin embargo, protegerlos todos es una tarea aparentemente muy difícil. El problema es que existe mucho abuso todavía y cada día desaparecen más árboles. Actualmente, hay planes para re-re-re-diseñar el zócalo de Cuernavaca y, de nuevo, nos tenemos que preocupar por los árboles que están allí. Nuestro pobre zócalo ha sido re-diseñado por una serie de gobernadores y alcaldes una cantidad de veces, lo que ha provocado la tala de árboles, la plantación inexplicable de otros, además de una inversión enorme de dinero.
Hemos visto cómo nuestro dinero ha sido mal utilizado en los camellones de las calles principales de Cuernavaca, donde la construcción de fuentes y cascadas fue tan mal hecha que se han colapsado o están sin utilizar por falta de agua en la mayoría de los casos. ¿Por qué no plantaron más árboles en los camellones en lugar de construir fuentes? No me lo explico, pues hubiera estado mucho mejor. Hemos sido testigos de la tala –yo prefiero el término asesinato– de árboles de incontables años de edad en el libramiento, pero no hemos visto a la fecha cómo van a reforestar dicha zona. Hemos entendido, los que somos conscientes, cómo pájaros e insectos han tenido que buscar otras moradas, ya que al cortar los árboles sus “casas” fueron destruidas también.
Los árboles representan nuestra vida; es más, nos dan vida. No sólo nos regalan colores y sombra sino que también producen oxígeno y hacen nuestras vidas más sanas y alegres. Donde hay bosques corre agua en los ríos y llueve con frecuencia. Donde hay áreas forestales el ecosistema agradece y celebra la vida porque existen casa y cobijo para los animales, los insectos, los pájaros, hasta los niños a quienes les encanta subir entre sus ramas. Donde vemos puros tonos de verde y encontramos refugio de los rayos fuertes del sol es en los bosques. Contribuyen a controlar la temperatura ambiente; a más árboles que haya más cómodos estaremos resguardados por su sombra. El libramiento actualmente parece una zona desértica y sirve para recordarnos la gran importancia de los árboles en nuestras vidas.
Desde aquí les pido a todos regar, cuidar y proteger los árboles que están creciendo en sus jardines o en la banqueta afuera de sus casas o en un parque cercano. Plantar un árbol es muy fácil, su cuidado muy sencillo, su desarrollo muy rápido en este clima tan maravilloso que tenemos, sus colores muy agradables, su sombra muy rica y su contribución a nuestro bienestar tan contundente. No se nos olvide que los árboles y las plantas nos dan vida: son nuestros aliados naturales por excelencia.