El sufrimiento que padecieron quienes viven en la orilla del Paso Exprés no ha durado sólo los poco más de dos años que tardó la fatídica construcción: las secuelas de la obra ponen en peligro la vida de los vecinos, lo mismo por los derrumbes que por la carencia de salidas seguras de sus casas.
La noche del domingo los ocupantes de cuatro viviendas tuvieron que ser desalojados para evitar un desastre si el muro de la obra se desploma.
Sin embargo, otras familias que están en el mismo perímetro fueron abandonadas a su suerte.
La empresa constructora y la Secretaría de Comunicaciones y Transportes deberán gastar mucho dinero para reparar uno a uno los daños, así como para corregir las terribles fallas y para mejorar el diseño de una obra que vino a institucionalizar los embotellamientos para salir de Cuernavaca hacia el sur.