Organizaciones sin utilidad práctica excepto para sus promotores se han convertido en la pesadilla de los ciudadanos, ya que a su amparo han proliferado toda clase de ocupaciones de los espacios públicos, ya que son las principales promotoras del ambulantaje, pero también de los abusos de taxistas o en contra de las pequeñas empresas, a las que extorsionan a cambio de no iniciarles procesos de huelga u otras medidas.
En cambio, ninguna iniciativa para mejorar la vida de Morelos ha surgido de organizaciones como la CTM, el NGS u otras afines. Si acaso han dicho cosas positivas de palabra, pero hasta allí.
Amparados en la laxitud de las leyes, todo indica que más de un interesado busca las ventajas que da tener un grupo de esos y ahora victimiza a sus potenciales agremiados.
Hace falta una ley que ponga límite a esos excesos, por lo que el Congreso tiene la última palabra.