La ampliación de la autopista a Cuautla se ha coinvertido en un cuello de botella desde hace más de cuatro años, pese a la necesidad que existe de dicha obra.
Los pocos kilómetros que separan a Cuernavaca de la segunda ciudad más importante del estado se hacen interminables por la imposibilidad de rebasar en un trayecto infestado de vehículos pesados.
Esa limitación también afecta el acceso a los sitios turísticos que abundan en esa zona, por lo que el daño económico es evidente.
Falta relativamente muy poco para concluir la ampliación, pues prácticamente los mayores trabajos ya se hicieron.
Los recursos federales que se han invertido allí son cuantiosos, seguramente superiores a los originalmente destinados, por lo que terminar la obra acabaría con esa sangría de presupuesto.
Las ventajas de añadir otro carril a esa autopista son evidentes, sobre todo cuando la nueva autopista Siglo XXI tiene un costo de tránsito que afecta las expectativas de quienes pensaban usarla.