Una parte del gremio de transportistas comienzan a mostrar resistencia al cambio de colores identificatorios de sus unidades, la famosa cromática, luego de que durante casi seis años aceptaron dócilmente lo que les impuso el anterior gobierno, con un afán más de promoción (por el tamaño de los logotipos) que de beneficio al usuario.
Ahora que las nuevas autoridades han establecido los lineamientos para comenzar a sustituir la contaminación visual dejada por la “nueva visión”, la parte del gremio que siempre se opone a todo ha vuelto a aparecer.
Los pretextos que alegan no pueden ser respaldados por sus acciones: en los últimos años los concesionarios del transporte público poco han invertido en la mejora de sus vehículos o en cualquier cosa que beneficie a los usuarios.