La obesidad infantil es un problema de salud pública de primer orden, porque si no se combate la próxima generación vivirá menos que sus padres.
Las enfermedades asociadas al sobrepeso y la obesidad no sólo dañan la calidad de vida de los afectados, sino que conllevan una elevada mortalidad.
Además, por tratarse de individuos jóvenes, el daño social es mayor, ya que además de crecientes recursos para salud, se pierde el potencial productivo de ese sector.
Desde hace más de un lustro se ha tratado de atacar el problema, pero los resultados no han sido los óptimos, porque se requiere de la participación directa de los individuos y sus familias, y la educación sobre el tema no ha sido suficiente.
Esperemos que el nivel de conciencia sobre los dañas de esta situación se eleve, para salvar no a una generación sino a toda la sociedad.