Las negociaciones para que el comercio ambulante deje de ocupar los espacios públicos del primer cuadro de la ciudad son decisivas para que los programas de apoyo al turismo funcionen.
Actualmente los sitios más emblemáticos están llenos de comercios semifijos que se dan el lujo de tapar los accesos a los negocios establecidos de las calles más emblemáticas, amparados no en un permiso sino en la fuerza de presión de diversas organizaciones que dicen representarlos.
Sin embargo, eso ha dañado el patrimonio social de la ciudad y afecta a la actividad económica desde hace varios lustros.
Pero el fenómeno es multifactorial y requiere de espacios adecuados para reubicar a ese comercio que considera tener derechos suficientes para merecer un sitio con flujo de compradores, una trampa en la que no se debe caer.