Definitivamente no hay mucho sentido común en los alcaldes morelenses, que ven la tempestad (financiera) y no se hincan: a pesar de la inmensa carga económica derivada de los laudos ejecutoriados (que se deben pagar forzosamente, sin ningún pretexto) los alcaldes de municipios en problemas financieros continúan el proceso de despidos injustificados que solo incrementa una deuda ya impagable.
El problema es que el incumplimiento de esos laudos puede concluir en la desaparición de las autoridades legalmente electa, pues esa es una consecuencia de no pagar.
Varias autoridades municipales han pasado por el trance de verse detenidos por hora, en aplicación de las medidas de apremio.
Continuar por esa vía sin buscar la necesaria conciliación es ir directo al precipicio.
Obviamente, la situación actual no es casual sino que tiene su origen en las autoridades anteriores, pero si ni siquiera se hace lo necesario para sancionar a los antecesores, las cosas seguirán mal, muy mal.