El miedo al repudio popular en las calles hizo que el anterior gobierno organizará los tradicionales desfiles cívicos en una zona de la capital de Morelos lejos del primer cuadro, pero aún así colocaba además un largo enrejado metálico como fría metáfora de su distancia con los gobernados.
Ahora que los desfiles han vuelto al Centro de Cuernavaca la gente respondió para ver una parada cívica enmarcada por los viejos edificios de la calle Galeana.
Lo anterior es parte del proceso de recuperación de nuestra normalidad democrática, luego de la larga pesadilla que terminó con un desfalco que sí se puede cuantificar y que es de miles de millones de pesos.
Sin embargo, para ese camino hacia la normalidad se requiere juzgar todos los delitos cometidos por los anteriores funcionarios, para lo cual la normatividad exige el pleno funcionamiento del llamado sistema anticorrupción.
Desafortunadamente, los consejeros ciudadanos elegidos de manera indirecta para esa tarea no entienden o trabajan en favor de la anterior administración, porque hacen todo lo necesario para que los delitos prescriban.
Si no es así, tienen que demostrarlo con acciones contrarias a las que hasta ahora ejecutan o, mejor dicho, dejan de ejecutar.
Se ha perdido demasiado tiempo y se ha abusado de la paciencia de la sociedad morelense que, pese a su aparente apatía, tiene la posibilidad de esperar las elecciones para cobrarse la afrenta.