Las lluvias han provocado daños en la infraestructura carretera de la entidad, de por sí muy deteriorada por la falta de mantenimiento de los últimos años, pero al menos hasta el cierre de edición no había perjuicios mayores qué lamentar.
Sin embargo, demasiadas personas viven en zonas de riesgo, que están de sobra identificadas, por lo que además de las autoridades, los propios posibles afectados tienen el enorme compromiso de no ser parte de las estadísticas fatales de la temporada.
El problema es que se requerirá de una importante inversión pública para rescatar carreteras, puentes y calles que no recibieron mantenimiento en la anterior administración y cuyos defectos seguramente saldrán a la luz ahora que las lluvias se han intensificado.
Además, falta descubrir qué otras afectaciones ocultas provocó el sismo de septiembre del 2017, a fin de proceder a su reparación y de esa manera mantener a salvo a la población y su patrimonio.
Eso requiere que los municipios utilicen solo gente profesionalizada en el tema y no personal improvisado, para evitar mayores costos.