Las decenas de miles de ciudadanos que ayer no pudieron llegar a tiempo a su destino –el hogar, el trabajo, los estudios…- no tenían absolutamente nada que ver con los profesores jubilados que cerraron varias de las calles más transitadas de la ciudad.
Sin embargo, eso no les importó a los docentes en retiro, que mantuvieron el acto vandálico en reclamo de sus demandas, a pesar de que la fecha pactada con la autoridad vence hoy miércoles.
Sin negar la justeza de sus demandas, se debe destacar que quienes fueron formadores de ciudadanos hoy reniegan de su formación y su trabajo, pues usar a la población como rehén en un conflicto gremial resulto muy dañino.
Quienes encabezan a ese nutrido grupo (formado por al menos trece mil personas) deberían entender que sus propias familias seguramente sufrieron las consecuencias de la protesta, que en nada ayuda a tener una mejor sociedad.
Es una lástima que cerrar calles sea la opción más socorrida para respaldar un reclamo, aun entre aquellos que, se supone, tienen argumentos y la preparación suficiente para plantear sus diferencias de una forma más racional.