Nos encontramos en la etapa más peligrosa de transmisión del covid-19 y el número de víctimas mortales es cada vez más significativa.
Los obituarios proliferan en las redes sociales y una gran parte de los que sucumben a la enfermedad han dejado de ser seres anónimos para convertirse en el vecino, el amigo, el profesor o el profesionista o prestador de servicios con el que la gente tuvo trato.
Una parte importante de los jóvenes de la entidad demuestran que carecen de los mínimos valores cívicos y caminan por la calle sin ningún tipo de protección y casi ostentando su aparente inmunidad al coronavirus, sin entender que el problema en realidad es el contagio que ellos pueden llevar a las personas vulnerables, especialmente sus seres queridos.
La arrogancia y la indiferencia mostrada terminará por cobrarles una cara factura, a menos que se adopte de inmediato una nueva actitud y se asuma que solo entre todos podemos protegernos con éxito.