Pese al enorme daño social que significa que roben en una escuela pública, ese tipo de actos persiste en la entidad, quizá no en niveles como los de antes de la pandemia, cuando los delincuentes sustraían todo el cableado eléctrico de los planteles, que quedaron inoperantes por largos periodos.
La situación llega a extremos como el del pasado fin de semana, cuando se n plantel sustrajeron n busto metálico de Emiliano Zapata, seguramente para su venta por kilogramo, para lo cual fue necesario hacer maniobras que van más allá de saltar una barda.
Aquí ocurren dos cosas: la seguridad pública por sí no disuade a los delincuentes y por el otro la impunidad con la que pueden comercializar el botín alienta a cometer nuevos actos.
Es necesario poner un freno, porque las pérdidas que este delito representa no se expresan en dinero, sino en tiempo de aprendizaje perdido y afectación a toda la comunidad.