El tiempo sigue su curso sin que el Poder Legislativo recupere su operatividad, luego de las diferencias surgidas en diciembre, cuando hasta antes de ese momento los integrantes del Congreso se habían comportado de una manera ejemplar.
Queda suficiente tiempo para que la actual legislatura pueda reencaminar sus pasos y asumir las funciones que le son inherentes, más aquellos compromisos que cada legislador asumió con sus representados.
Quizá el origen del conflicto que fractura en dos grupos al Poder Legislativo tenga su origen en una cuestión elemental: los diputados en su totalidad olvidaron a los electores.
Sin embargo, fueron los votos depositados en las urnas los que llevaron a cada una de esas veinte personas a su respectiva curul, aún a los plurinominales, y esos votos se inclinaron por partidos y proyectos específicos, pero ahora han sido hechos a un lado.
Recuperar la esencia del cargo podría ayudar a superar los conflictos y a volver a funcionar en armonía, desde lo disensos propios de cualquier democracia.