La decisión de llevar a la huelga a la Universidad Autónoma del Estado de Morelos parece carecer de lógica, pues el sindicato de trabajadores administrativos de esa institución conoce el ruinoso estado de las finanzas universitarias, que cada fin de año ha requerido del rescate del gobierno federal para pagar el aguinaldo y otras prestaciones.
El problema de esa acción al parecer poco meditada es que aunque muchos pueden salir perjudicados, la pandemia y el avance de las tecnologías de la información podrían crear un nuevo paradigma, el de una huelga que no logre interrumpir las actividades sustantivas de la universidad, porque las clases continuarán, ahora en línea de nuevo.
Eso significa que el paro de labores provocará un inmenso desgaste para sus promotores, ya que no podrán forzar necesariamente a un diálogo en condiciones diferentes a las que están en vigor en estos momentos.
Si acaso las acciones se radicalizan más allá de lo que marca la ley, entonces la UAEM sufrirá daños que pueden ser irreversibles, dado el precario equilibrio en el que vive desde hace ya demasiado tiempo.
En pocas palabras: no hay margen de negociación posible para ninguna de las partes.