Las propuestas que emanan de la actual legislatura no dejan de sorprender a la sociedad, sobre todo por la laxa interpretación que hacen de la ley y de las circunstancias.
Aunque el nombramiento como diputado de alguien cuya representatividad está en duda puede parecer el colmo de los abusos, aún esa situación es rápidamente rebasada, como pasó ayer, cuando un legislador propuso reformas para que la fiscalía se encargue de prevenir los delitos.
Aunque la ignorancia salta a la vista, la cascada de acciones de dudosa legalidad hace creer que cualquier cosa, por descabellada que parezca, puede aprobarse si así conviene a los intereses del grupo que ostenta un control alegal del Poder Legislativo.
Ya no les importa a los diputados la sociedad de la que emanaron. Les ha bastado menos de un año para incurrir en todos los excesos posibles y en batir los tristes récords que sus antecesores construyeron en tres años.