Las medidas que desde hace más de diez años se han tomado contra el hábito de fumar han hecho que esa práctica sea cada vez más limitada y tenga un castigo social cuando se hace en espacios públicos cerrados.
Las enfermedades que provoca la inhalación del tabaco son graves y están lo suficientemente documentadas como para repetirlas, pero la industria del ramo invierte grandes sumas para promover la adicción, por lo que la práctica aún persiste.
Lo dañino de los efectos del cigarro e incluso de sus sucedáneos ha obligado a diversas intervenciones sanitarias que han dado como resultado cada vez más espacios libres de humo, por lo que no se entiende el paroxismo de un sector reducido de la actividad productiva que pone reparos a la medida legal que busca preservar la salud de millones de personas.