Por segunda ocasión consecutiva los partidos representados en el Congreso han renunciado a su derecho a expresar sus posturas en el inicio del periodo ordinario de sesiones, algo inédito.
Esta situación tiene doble escenario: por un lado están los partidos a los que se les niega la tribuna porque son minoría y representan la oposición a quienes detentan el poder en la legislatura (aunque entre ellos se encuentre el partido que tiene el mayor número de diputados), mientras que por el otro lado están los partidos que se benefician de sus votos cómplices pero aún así fueron excluidos y aceptan su papel de comparsas.
Solo una persona se atribuyó el derecho a hablar por todos y se dio el lujo de hacer llamados a la unidad y al trabajo conjunto mientras pisoteaba el derecho de sus homólogos a expresarse.
Para mayor tristeza, nadie se enfrentó a una situación tan denigrante, lo que mostró de qué están hechos la mayoría de los representantes populares, electos por la ciudadanía pero ajenos a cualquier compromiso con ella o con lo que no sea con sus propios bolsillos.