La desaparición del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y su sustitución por un nuevo órgano que incluye a las Humanidades como destinatario de los recursos para el rubro de investigación constituye un duro golpe al desarrollo de las ciencias exactas y de la tecnología.
Los criterios poco claros para determinar el presupuesto que debe destinarse a la ciencia y la inflexibilidad del proceso para determinar los objetivos sin la participación de los científicos compromete el desarrollo del país y su independencia.
La política científica del actual gobierno anuló incontables vocaciones al frenar las becas de posgrado o limitar su número, lo que incidirá en el ecosistema innovador, sino es que ya lo está haciendo.
Aunque al final los excesos de la nueva ley se corrijan, mientras eso ocurra habrá un valioso tiempo perdido para hacer ciencia y desarrollar tecnología.