El vacío en la Fiscalía General del Estado no sólo inquieta por sus implicaciones negativas en materia de procuración de justicia y combate a la impunidad, sino por la escandalosa desvergüenza con que se conduce un grupo de legisladores que todavía se ostentan como representantes de los intereses de la ciudadanía.
La operatividad habitual de la Fiscalía no esconde que debe tener una cabeza, en el marco de la ley.
No obstante, en el terreno del capricho y el descaro, la entidad padece de un Poder Legislativo inútil, secuestrado por un grupo que sólo busca los caminos para desestabilizar.