Las seis magistraturas que la actual legislatura deberá asignar antes de que concluya su periodo seguramente ya tienen destinatarios y el concurso al que se convocó a los profesionales del Derecho otra vez será una farsa.
Las magistraturas en realidad están abiertas al mejor postor y a los amigos y parientes de los diputados, lo que no es una especulación sino un hecho confirmado por la anterior asignación de esas importantes posiciones.
Casi produce ternura ver la ilusión de los abogados que por decenas se han inscrito en el amañado proceso.
El daño que el proceder de los actuales diputados ha causado y seguirá causando durará al menos una generación y amenaza con anular uno de los pilares del Estado, al Poder Judicial. Difícilmente los legisladores se saldrán de su perverso guion.