Lo que son las cosas. Con Beto Ballinas nos hicimos amigos luego de un juvenil desencuentro por cosas de territorio cuando nacimos, crecimos y fuimos del mismo barrio que integraban Tepetates, Clavijero y Zarco. Nos acercó uno de los Brito, Alfredo, hermano del Chavis y el Jani. Un tipo especial el Beto desde chamaco, siempre impecable, la ropa entallada, el pelo bien acomodado, era muy parecido a su hermano mayor, el arquitecto Wulfrano (que lleva ese nombre en honor a su abuelo Wulfrano Tapia, diputado local de Cuernavaca allá por los 40´s). Bravo, entrón, de los dueños del centro de la ciudad, que se subía al convertible sensacional del primogénito y media ciudad hablaba (la otra mitad eran las colonias periféricas).
Nos enteramos hace unos momentos, alrededor de las tres de la tarde de hoy miércoles (ya es ayer), y nos azota la contundencia de que cada vez es más necesario conservar la identidad a través de los que siguen (hijos, nietos) a partir de la generación de los Ballinas, de los Zaga –con Pepe, el ejemplo desde niño, incansable, trabajador y siempre próspero gracias a la cultura del esfuerzo), de los Salazar Díaz (con Jorge y Froy), de los populares Cinta Flores, de los Tripp Sánchez, de los Malo Velazco, de los Cerda Valladolid en Guerrero cerca de La Coronela, de los Mejía Álvarez (porteros todos de buen porte y talla como Armando, y su papá en la forrajería de Guerrero y Arista y sus primos en la Ex Hacienda de Temixco, como Paco, hábil y fino extremo izquierdo), de los Palma César, de los Peralta García (el campeón mosca Chuchín y El Chapo), de los Sandoval Camuñas, de los Cornejo Alatorre y su Pastor en Rayón, de los Soto Cerecer de Galeana, del Diablo y el Ticolo San Miguel, de los Prado Valaguez (más conocidos por los Valaguez por el orgullo Javier, triple campeón mundial de lucha libre y el más popular de la tropa, Sergio, al único que los perros le ladran por su nombre), de los Martínez de La Carolina, los Vallejo –y el multicampeón de box, José “El Pinocho”- o la leyenda viviente Primitivo “El Bule” Lara (le apodan de otra forma, así se llama y es hijo de La Chita). Faltan muchos, la lista es interminable. Eso nos indica que seguimos vigentes a través de los que nos suceden.
Es que hablar de Beto Ballinas es meterse de lleno en toda una época de brillo de nuestra ciudad, de bellezas como Elsa Dridrikson Takayanagui del restaurante “Scandia” en Las Palmas, las hermanas de Tepetates que les decíamos “Las Monkees” que estaban rete bien, de la guapísima Chavelita Salazar Díaz (que también se adelantó), cuyo rostro era comparable a la de la famosa Liz Taylor o cuando menos así la veíamos los chamacos de la ciudad, que tuvo dos hijos que parecían muñecos con el artista José Ángel de la Cueva.
La ida de Beto Ballinas nos instala en el cariño a sus hermanos Ramón y Arturo, a sus hermanas Virginia y Silvia, a Wulfrano que hizo un proyecto todavía no cumplido de la barranca de Amanalco, a la dolorosa realidad de la escuela “Experiencia” del emprendedor Arturo, prácticamente desecha por la absurda guerra federal contra el crimen organizado. “Experiencia” al igual que muchas empresas de bien, consolidadas, quebró al dejar de venir los estudiantes extranjeros por las malas noticias que desde Morelos daban vuelta al planeta y las recomendaciones de sus gobiernos para no correr riesgos. Una desgracia que tiene responsables: las fallidas estrategias gubernamentales. Convertida en hostal, la famosa escuela de los Ballinas ha dejado de serlo.
Vertiginosa su infancia, un niño y joven inquieto, muy activo, Humberto Ballinas Tapia se fue como todos nos gustaría partir: se sentó junto a la alberca, dormitaba. Ahí uno de sus tantos sobrinos fue a buscarlo para ver cómo estaba. Se había ido el buen Beto. Estaba descansando. Lo sabemos de segunda mano, de un amigo de ellos que nos llamó y de inmediato surgió su figura frente a la iglesia de Tepetates, ayudando con sus hermanos a sus padres en la tienda de materias primas donde además hacían las gelatinas más sabrosas del mundo, la añoradísima “Casa Ballinas”. O en las tardeadas del Borda o El Jano, siempre bien acompañado, escuchando y disfrutando a Las Abejas o al Silencio, alguna vez a los Dug Dug’s de Tijuana o al mismísimo Javier Bátiz, padre musical de Carlos Santana. La familia y el que escribe vivimos en un departamento de los Ballinas; nuestras madres fueron siempre amigas; su padre el capitán Humberto, enérgico pero gran hombre, tenía el respeto hasta de los que nos creíamos medio vagos porque vivíamos en la parte del gran barrio donde había más trifulcas: las vecindades de Zarco. Junto a los que se persignaban frente a la iglesia donde cuidaba el sacristán Agustín Aranda (por cierto fue regidor del PAN en Cuernavaca allá a principios de los 80’s), en los terrenos del padre José Espín, por ahí pasábamos rumbo a la escuela y era obligado voltear hacia el negocio de los Ballinas.
Les damos un abrazo fuerte a todos los Ballinas parte de esta gran familia y nos quedamos con la última ocasión que saludamos a Beto: por Morelos Sur ya reparada por cierto, que detuvimos la unidad para darle un abrazo. “Quihubo”, nos dijimos casi al unísono. Se dirigía a su hogar en la Burocrática. El que escribe le mostró su prominente abdomen y el suavizó el asunto con un clásico de la edad infantil de los rumbos del centro: “Es que tienes fonda”, las palabras que otros cuates de la época pronunciaban cuando abríamos el negocio por la noche y, de alguna orilla de la cazuela del mole, le metíamos la cuchara para ejecutarse unas tortas con teleras de “La Espiga”. A él le tocaron. Por ahí, El Piteco, su gran amigo Pepe Zaga, que contaban con la misma edad. Beto Ballinas tenía 59 años. Se aplica un fragmento de la triste canción del yuca Sergio Esquivel:
“¿Adónde van los amigos que se van?,/ ¿cuándo se quedan dormidos? ¿Adónde van? / ¿Quién les hará compañía adonde están?/ ¿Quién calmara su soledad?”
“Compañero, de bella estampa y siempre alegre, aquel chancero/ cuantos recuerdos has dejado en mi memoria/ de tu canto, de tu risa, de mi amigo…”.
3 comentarios
Es similar a la temprana despedida de mi madre, la chavelita Isabel Salazar Diaz, con quien al menos tuve la dicha de acompañarle en sus ultimos dias, durante la etapa mas dificil de su vida y bajo los horrorosos efectos de los medicamentos contra la hepatits avanzada.-- Pror ahora Felipe, Miguel y Chavela se nos hán ido,por la misma ruta que tus hermanos siguieron hacia el cielo... Piteco, Alfredo, y Carmelita, y por supuesto, no me hé olvidado de tus queridos é inolvidables padres. Saludos mi buen Javier!
Hey
Mi buen amigo Javier, recuerdo de mi infancia, sabes que este articulo… Compartelo!
Hey
EXCELENTE Y EMOTIVO ARTICULO SOBRE EL BUEN AMIGO BETO BALLINAS. LO RECUERDO… Compartelo!
Hey
Buen articulo de un pasado anorado,pensar que a pesar de nuestras diferencias… Compartelo!