Aun cuando la muerte tiene sus días de celebración y es una de las fiestas más importantes de nuestro país, no deja de ser un tema que toca las fibras más sensibles de la sociedad.
Si bien se trata de la única certeza que tiene el ser humano, cuando la medicina diagnostica una enfermedad incurable dicha certeza adquiere una mayor dimensión entre el paciente y su entorno.
La “Ley de Voluntad Anticipada” garantiza a las personas con ese tipo de diagnóstico decidir si toma o no un tratamiento médico y procurar una “muerte digna”.
Se trata de una decisión personalísima que conlleva el último deseo de una persona, que podrá determinar si prolonga su sufrimiento –un “sufrimiento dado a través de las máquinas, de los medicamentos”, tal como expresó el vicario de la Diócesis de Cuernavaca– o si decide partir mediante una “muerte digna”.