La juventud ocupa prácticamente una tercera parte de la población mexicana, por lo que el cambio generacional, en todos los ámbitos de la vida pública, es casi inevitable. Esa renovación no debe ser únicamente por efectos de la edad, sino también, y quizás más importante, en la forma de pensar.
Los jóvenes de hoy están irremediablemente llamados a impulsar una transformación que es necesaria en México, pues los agravios de la vieja forma de hacer política han sido tan profusos que hubo quien trató de marcarnos como depositarios de una cultura afín a la corrupción.
Llamados desde la sociedad civil para que los jóvenes reflexionen su papel y la forma de hacer política, son una bocanada de aire fresco, porque reflejan que la ciudadanía también percibe como urgente esa necesidad de transformar, y qué mejor manera que empezar por los jóvenes, que no son el futuro, sino el presente de todo cambio social.