Adame es médico, entiende que se trata de enfermedades complicadas, que solamente con un tratamiento profesional y otras ayudas que van más allá de la voluntad y las manos humanas.
Con “el toro por los cuernos”, Adame envía una señal de confianza que va más allá de la oportunidad política o la justificación burocrática. Es un asunto urgente de humanidad que debe atenderse pronto. Hace dos o tres días en Casa Morelos estuvieron las autoridades federales del rubro en adicciones. Qué bueno. Pero mejor si se aplican y no todo queda en buenas intenciones. Nos comentan de cifras de 50 presuntas clínicas irregulares, sin calificación, permiso ni el mínimo conocimiento, de un total de 75.
Las adicciones son un problema sumamente grave, como lo es el gran negocio que hacen vivillos, vivales y auténticos bandidos. En Morelos no se conoce –y ojalá así sea—que hay baños de sangre donde la mayoría ni siquiera tiene que ver con la alta delincuencia, pero en el norte se ha dado en varios puntos. ¿Para qué llegar a ello? Es un asunto de atención profesional, pero sobre todo de prevención, de educación, con la participación no sólo de profesionales de la medicina y la siquiatría sino de personas con la experiencia vivida sin afanes de lucro.
Tendrán que existir clínicas, sanatorios u hospitales estrictamente para tratar lo físico y lo psicológico, pero es fundamental que posterior o paralelamente se les trate en lo emocional, en grupo, y lo hagan con quienes se identifiquen. No es sencillo, porque si bien existen miles de grupos De AA en el mundo y sus derivados –neuróticos, comelones, fumadores—lo primordial es que la persona que pueda padecer la adicción desee rehabilitarse. Por eso repetimos que no es simple, porque se trata de ir venciendo paulatinamente la necesidad de la infesta y junto a ello los escenarios de una vida mejor.
Tema largo, pero necesario reconocer que el gobernador Marco Antonio Adame hace su parte y seguramente va a, cuando menos, sentar las bases de la esperanza de miles de familias que en su casa tienen un enfermo, que otros llaman adicto o vicioso. La realidad es enfermo, lo demás es parte de nuestra cultura.
Luis Mario Blanco
Luis Mario Blanco, nacido en Fresnillo, Zacatecas, con más de 50 años radicado en Cuernavaca, se nos murió el jueves. Cancionero de siempre, bohemio y trovador, su fina voz y presencia, lo hicieron imprescindible en los mejores tríos de la ciudad. Fue parte de la inolvidable Rondalla Buganvilia que a principios de los setenta impulsara el gobernador Felipe Rivera Crespo y el presidente municipal Ramón Hernández Navarro. Todos los días, desde siempre, Luis Mario estaba en la esquina frente a El Universal, ya sentado cuando había las bancas de los “cantocas”, ya parado cuando se las quitaron, otra vez ahí en los tiempos de Alfonso Sandoval Camuñas, al que quería mucho ese gremio, que de repente y siendo presidente de Cuernavaca, se aventaba dos o tres canciones, siempre bien afinado sin necesidad de ir entonado con algún “pegue”
Anteayer falleció Luis Mario Blanco y ayer los músicos de la vieja guardia y sus herederos que no dejan morir la tradición, lo despidieron como sólo lo hacen los artistas: en fila, todas las guitarras en los tonos requeridos y con el gran coro que se asienta con los sentimientos del amigo que se despide. Quienes hemos estado en sepelios de músicos, no imaginan que en medio del tremendo dolor de la familia, que se respalda en el aliento que da la voz uniforme de 20, 30, 50 cancioneros. Es impresionante y emotivo.
Tenemos impresas sus imágenes con su elegante traje, piel blanquísima y su lunar que lo hacía “el galán de galanes” de los trovadores, llevando suavemente las maracas en tanto el requinto de Adolfo Lugo Caballero “El Huevo” y el contrabajo de Juan “El Indio”, con segunda y tercera, le daban “base” a su primera voz. O en la calle con su guapa y eterna esposa, una pareja realmente bonita, que Luis Mario siempre aguardaba en el zócalo en tanto ella terminaba sus tareas como ejecutiva bancaria. Un hombre honorable y una mujer siempre enamorada de su novio, esposo y compañero.
A la señora, a sus hijos y nietos, le enviamos nuestro reconocimiento y solidaridad por la pérdida física de Luis Mario Blanco, que permanece con ellos y con los cientos o miles de amigos y seguidores que deleitó en serenatas irrepetibles.