Destituir a alcaldes era antes tarea imposible si no se tenía la complicidad del Congreso. Ahora sólo se requiere un hábil abogado y paciencia para lograrlo cuando hay elementos que respalden la decisión.
Eso, por supuesto, ofrece otro escenario que no ha sido debidamente aprovechado por la ciudadanía, pero que puede servir para poner un alto a los excesos que han terminado por agotar a la población al tiempo que se llevaba por delante la credibilidad de muchas instituciones.