Ignoramos cuál será el pretexto que se utilizará para tratar de ocultar esa enorme falla, pero el costo social lo sufrirán las siguientes generaciones de ciudadanos morelenses, que hoy se forman de forma deficiente e incompleta en las aulas.
Por menos de eso en sitios más civilizados ya habría renuncias. Aquí, el sistema educativo está en manos de una burocracia perniciosa que no aporta nada pero que consume enormes recursos y mantiene viejos vicios que al final dañan a la parte más vulnerable del proceso educativo: el estudiantado.