La mitad de los docentes de Morelos que se sometieron a la evaluación reprobaron y una fracción minoritaria logró el rango más elevado.
La costumbre vigente hasta hace poco -en realidad no hay pruebas de que haya sido desechada- de heredar plazas o comprarlas, generó una plantilla de profesores sin convicción, que sólo ejercen por las ventajas que ha ofrecido el cargo.
Por supuesto, hay excepciones, pero la complicidad abierta entre autoridades educativas y el sindicato del ramo permitieron que quienes se encargan de la formación de los nuevos ciudadanos sean personas improvisadas, incluso carentes del hábito de la lectura, a pesar de lo básico que tal habilidad resulta.
Por supuesto, más allá de las sanciones que podrían recibir aquellos que no están lo suficientemente preparados para ejercer como docentes -pero que lo hacen- el daño mayor es para la sociedad morelense, que ha visto disminuir la calidad de la formación de niños y jóvenes, en una tendencia que ojalá se pueda revertir.