Una parte de los anteriores alcaldes incumplió desde el primer año de su gestión y heredaron esa deuda -porque eso representa, una deuda, un pasivo laboral que debe atenderse- a sus sucesores.
Hoy, los actuales presidentes municipales deben cumplir o afrentar las consecuencias.
Sin embargo, aquellos que cuando estaban en el poder eludieron cumplir ese compromiso están impunes y sin ninguna preocupación, lo que suena por lo menos injusto.
Todo indica que el órgano encargado de supervisar el gasto público carece aún de la suficiente capacidad para entregar resultados a tiempo y no después de varios años, lo que acrecienta la impunidad.