Hubo otro que hizo un reclamo más en el 2009: “Lo hiciste funcionario municipal”. Tenían razón, hubo incidencia del entonces regidor Jaramillo para que Jorge Meade González fuera nombrado director de Migración, finalmente un muchacho inquieto. Integrante de una familia materna con raíces hondas en el sur de la entidad. Entonces, haciendo cuentas, seis años casi, Meade González vive y cobra en el ayuntamiento.
En política una condición común es la traición, esto que vamos a narrar no llega a ello, es apenas una serie de actitudes de quienes con todos los elementos para desarrollarse profesional y políticamente, se quedan ahí, en el rincón, conformes con haber disfrutado sin mayores esfuerzos de la ubre y creyentes de que su inacción va a ser recompensada por sus correligionarios del Partido Revolucionario Institucional (PRI); si ganan, aunque no muevan un solo pie para ayudar en la causa. Es su caso.
Siempre cargado en las espaldas de Manuel Martínez Garrigós y empujado por Juan, Meade González caminó en el círculo cercano tres años antes de la victoria del 2009, con grupos de apoyo ya hechos, con gente que por años fue con Manuel Martínez Garrigós y perdió, regresó a la siguiente y volvió a perder hasta que la tercera fue la vencida, y tuvieron trabajo, modesto, que lo desquitan y siguen siendo leales a sus convicciones. Esa misma gente hace trabajo de base para su partido, quieren hacer gobernador a Amado Orihuela y que Manuel gane todos los distritos locales aunque se quede fuera de las plurinominales, que es como seguramente piensa el ex presidente municipal. Él sabe bien –Meade González-- que no hubo apoyo familiar que hicieron a un lado a personas que tenían más derecho y trabajo hecho, pero se trataba de cortesías políticas y de proyectar a un joven que, en este momento, en lugar de insistir en el chisme palaciego y la corte, estaría jugando una diputación federal o habría forzado que lo nominaran en cualquier distrito local. No fue así porque no había trabajo acreditado y era injusto regalarle tres años más en el ejercicio de la caifaneada.
Meade González quiso ser diputado local y no lo logró. Las razones son varias, la principal porque no ha hecho en seis años ningún trabajo más allá del repetimos, chisme palaciego, el cortejo a los poderosos, viaje tras viaje y agotar las concesiones que da este tipo de cargos. En lo personal le concedemos actitudes agradables y acciones que en corto se reconocen, pero su inclusión en un grupo de frustrados apodados “Los Junior’s” –donde no tenía necesidad de estar pero envió misiles a lo que se moviera, con fuerza e intenciones malsanas—ha generado que le coloquemos la lupa. Estamos siendo claros en esta columna, hablamos del regidor de Cuernavaca, por el PRI, Jorge Meade González.
Su padre cubre una función importante en la campaña de Enrique Peña Nieto, seguro está más allá de la inexperiencia y actitudes soberbias del hijo, pero de él no nos ocupamos esta vez. El hijo es mayor, ha sido respaldado y sus reacciones van en contra de lo que dictan los manuales de la política, llegando incluso al denuesto y los golpes bajos en contra de quienes, literalmente, lo han sostenido lujosamente los últimos seis años.
El “Son gente de Jaramillo”, lo cual confundió a varios amigos y compañeros de duras y maduras, incluso hubo quienes se confundieron y pensaron que había dicho: “Esto se lo quité a la gente de Jaramillo”, y nosotros agregamos porque fue ayudado y presuntamente eran amigos hasta que se le negó la candidatura mayor y desde el cabildo le dio con todo: de Manuel Martínez Garrigós. No es una ofensa pero hicieron otros más que su progenitor porque creciera políticamente. Lástima por el intento.
Hay otros casos, pero sobra el tiempo y el espacio a pesar de las prisas locas de esta vida.