En este torbellino de conveniencias y protagonismos, nos encontramos con declaraciones prometedoras, una de ellas, congruente, la del presidente municipal electo de Cuernavaca, Jorge Morales Barud, quien anuncia que sus funcionarios no cobrarán los primeros 100 días, suponemos que esa misma medida seguirán los integrantes del cabildo. Graco Ramírez Garrido Abreu, gobernador electo del estado, dice que su administración será de “austeridad republicana”, evocando a los políticos serios del siglo XIX. De ahí en fuera, poses, palabras, acomodo mediático pero nada de sustancia de una pléyade de políticos de mediano y muy bajo nivel. Un punto, por ello, importante de generar confianza es colocarse como el ejemplo, estos que se van y dejen el compromiso a los que vienen, que han recibido más que suficiente para la productividad que ellos miden, de acuerdo a sus apariciones públicas a través de los medios, y la sociedad con el tamaño de sus gestiones. Podemos dedicar espacios diarios en esta columna a legisladores, regidores o alcaldes que nos hagan llegar a este correo (Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.) elementos de sus gestiones y la comprobación de las mismas, que de no satisfacer a vista simple, habrá que corroborarlas y compartirlas con ustedes, estimados lectores. Nos podemos pasar semanas, meses o años, tal como le dijimos a un gobernador priista cuyo hijo se dedicó a las trapacerías con la obra pública.
Contenida la rabia nos llamó ese gobernador a uno de los dos números telefónicos que teníamos en El Clarín en 1989, para invitarnos un café en Casa de Gobierno. Eran alrededor de las nueve de la noche, en pleno cierre de la edición. Paco Guerrero Garro, entrañable amigo y solidario compañero, muy querido por el que escribe, estaba por ahí. “Te acompaño, dijo, porque seguramente no es una visita de cortesía”. Y nos fuimos en su camioneta Jeep. Pocos años atrás. El mismo Paco nos subió a su vehículo en La hispano para decirle adiós al buen Jara, padre de cuando menos siete.
Guerrero Garro –hijo del célebre pintor jalisciense Jesús Guerrero Galván y una espléndida mujer, luchadora social por naturaleza que heredó estos dotes a todos sus hijos, doña Debaki Garro, hermana de Elena la gran escritora de “Los Recuerdos del Porvenir”, esperó en una salita de la planta baja. El mandatario no era el mismo de siempre: estaba enfurecido y pronto atacó: “Me has lastimado con esas mentiras. Ahí –señalando una especie de escritorio largo que hoy no sabe el columnista cómo se llama, pero estaba entrando a la oficina principal de lado izquierdo y abarcaba varios metros, unos seis o siete--, se encuentran los expedientes de la obra de Cuauhtémoc, esa que involucras a mi hijo. ¡Dijiste que usarías el espacio para aclararlo! ¡Hazlo! Te voy a tapar la boca”, y casi se le salían sus ojos de por sí saltones.
No discutimos de este lado. Solamente le dijimos: “Usted me dice, señor gobernador, cuál es el orden de los expedientes y comienzo a llevármelos”. Y que se viene encima, ya contando atrás con uno de sus verdugos que hacía funciones hacendarias y de guardar los dineros. “¡No me provoques Javier, no sabes de lo que soy capaz! ¡No me provoques!”. La respuesta era simple:
-“Si yo en la columna señalé que el espacio se abría permanentemente para las aclaraciones conducentes, eso voy a hacer, no busco provocarlo, pero baje el tono, no grite, el que está provocando es usted y ser gobernador no exime a los demás de cometer atropellos y usted podría consentirlos”.
“Vete de aquí, no sabes lo que haces, soy el gobernador y merezco el respeto”, señaló.
“Así será señor, pero el director y dueño de ese pequeño periódico soy yo y sostengo lo que escribí sobre el gran robo en la obra de Cuauhtémoc”.
Llegamos rápido con Paco Guerrero y le dijimos: “Vete despacito, el gobernador se quedo enfurecido y bien vale que revisemos quiénes vengan detrás”. No vino nadie, pero marcó una relación agridulce con esa administración, cuando las condiciones no eran siquiera parecidas a las de hoy. En estos días difícilmente un jefe del ejecutivo atiende a un periodista, para ello tiene funcionarios. Pero aquella ocasión, era tocar un tema que sí, claro que lastimaba, era la sangre propia, aunque se conocían triangulaciones de gobiernos de Morelos, Tabasco y Jalisco donde los actuales jefes fueron senadores, grandes amigos y al parecer socios. Existe por ahí un libro del ex director de “La Nación” de San José, Costa Rica, José Martínez –que comimos pancita y mole más de cinco ocasiones, cuando hacía uno de sus libros--, que no trata directamente este tema pero habla del junior en cuestión en otros negocios por el sureste. Parece que se llama uno de ellos “Las Enseñanzas del Profesor”.
Pero el tema es el cobro de aguinaldos y bonos. Si los servidores públicos que en un principio mencionamos, son congruentes y ponen el ejemplo, al margen de lo que diga la ley sobre los tres meses, será un avance importante. Lo que hizo Lauro Ortega de dar 90 días de aguinaldo en lugar de dos semanas, fue aprovechado por funcionarios que, en un jalón con todo y su bono se van a llevar medio millón de pesos o más. Bien merecido que lo reciban los empleados, hasta determinado nivel, pero oficiales mayores, directores generales, subsecretarios, secretarios, gobernadores, regidores, síndicos, presidentes municipales, diputados, consejeros y demás, que empiecen con la medida hasta que se haga costumbre y, si se puede, los diputados que vienen en sus primeras sesiones que reformen esta, hasta hoy, ley.
Lo demás son palabras, palabras y más palabras…