Lo siguiente lo redactamos el 26 de octubre del 2009.
Bueno, pero…
No es uno ni diez los años que tenemos en este quehacer, así que para qué platicarles lo que hemos vivido, cuántos políticos, gobernadores, alcaldes, jefes policiacos, procuradores, diputados o senadores han pasado. Algunos de ellos por ahí andan, pero pocos permanecen. Los altibajos del periodista son comunes, pero su presencia se mantiene de acuerdo a su trabajo. En ocasiones dependiendo de empresarios que no saben poner su nombre, pero sí negocios o de informadores vertebrados que dejan enseñanza. Pero siempre en el ejercicio. Es la diferencia con los que detentan algún tipo de poder por un lapso, ya con el voto ciudadano, ya por designación ejecutiva. La mayoría que hemos conocido son fugaces, se desvanecen. Los de consistencia proceden de una vertebración especial que detentando el poder o no, subsisten en la vida pública.
¿A qué tanta cosa? Es sencillo. A partir de unos meses a la fecha la tarea de este columnista es aquí, en esta página que usted generosamente está leyendo. Entendimos la vital herramienta que es “la red”. Nunca imaginamos el efecto, había que vivirlo, además no había de otra al cerrarse los espacios realmente alternativos para gente inconforme, inquieta, especial, delicada o quién sabe cómo autodefinirnos. El asunto no es en qué diario escribir, sino: ¿por qué escribir ahí?
Ustedes, los que nos ayudan cada que aparece esta columna, saben lo que ha sucedido en los últimos cuatro meses y fracción que dejamos la anterior estación de la ruta y esperamos por delante muchas más. Que si un funcionario “le metió la mano”, que si los compromisos entre negociantes. Nada de ello. Esas cosas que mencionamos son normales en la relación prensa—estado, así de simple. Son ciclos y ya. Se trata de asuntos de respeto y ya. Es tener la capacidad de escribir a mano hasta en papel estraza. Es la confianza de dejar un lugar y seguir y ya. Es vivir pues. Ante ello no hay tijeras ni obstáculos. Cada quien se coloca lo que gusta, incluso el éxito.
Bueno. Nos encontramos con colegas y amigos que nos dicen que en tal revista o semanarios, aparece esta columna como si fuese una colaboración de un servidor. El cuestionamiento de varios es si son acuerdos o qué. No, nada de ello. Por fortuna hemos hecho mucho más amigos que adversarios en este oficio dentro del gremio, así que difícilmente caeríamos en la tentación de enfrascarnos en pleitos con alguien. No, la batalla está enfrente, entre los servidores públicos, los que detentan el poder y lo hacen mal. La verdadera lucha es ganar credibilidad y es difícil saber hasta dónde la tiene cada quien.
Ya vimos esta columna en determinados medios. Está bien. Cuando sube a “la red” no tenemos la capacidad ni el control, tampoco la perversidad para seleccionar quién sí y quién no. Al contrario, si toman una u otra columna, seguramente algo les sirve. Finalmente ni escogemos espacio, ni tal página, ni hay un trato comercial. Es una cosa de coyuntura y lo agradecemos. Ni intervenimos en su línea editorial ni lo haríamos si lo pidiesen. Cada quien hace su trabajo.
Lo que sí dejamos bien anotado es lo siguiente:
La libertad de sentarse a la máquina sin la presión del tiempo, con la tranquilidad de la no multiplicación en tareas, es un derecho que sólo los veteranos ganan. Ya entramos en esta división. Eso, claro, para nada se enfrenta con el bullicio de una redacción, el chillón y múltiple repique de teléfonos ni las groserías características de un centro de trabajo. Vamos en ese rumbo. Mientras, quienes publiquen esta columna, lo sepa o no el que las escribe, es responsabilidad de ellos, el resto, porque de lo que diga cada línea (claro, si no le cambian nada) el que responde es su servidor. Lo que hagan en esos medios no lo sabemos… ni queremos.