Miles de millones de pesos, dejando una cantidad mucho más grande de pobres, cubriendo a los de por sí ricos y haciendo un puñado de nuevos millonarios. Una infamia del Gobierno de Ernesto Zedillo cerca del final de su sexenio.
Cometimos un error el sábado: el PRD no solo ganó tres de los entonces cuatro distritos federales de Morelos, tuvo dos diputados plurinominales; el PAN, uno, el gobernador Marco Antonio Adame y los priistas, también uno, Juan Jaramillo Frikas, que al infausto deceso de Alfonso Sandoval Camuñas, siendo su suplente, llegó a San Lázaro. Ya había sido diputado local de mayoría en Cuernavaca y director general de Protección Civil en esos días, muchos años atrás cuando Lauro Ortega, en 1985, era subdirector de Recreación en la dirección de Cultura.
Anastasio Solís Lezo, el contador Chucho Flores de Jojutla y Plutarco García, son de los legisladores perredistas que recordamos. El asunto estaba cantado: el Fobaproa se aprobaba por la fusión PRIAN, pero imposible que algunos priistas se atrevieran a hacerlo en contra. Hubo tres más que se denominaron “Grupo Aguascalientes” encabezado por Oscar González que posteriormente fue candidato priista perdedor a gobernador en el 2000, y pedían a Juan que se uniera, “porque de lo contrario te van a hacer pedazos en la fracción”. Se negó y asumió su responsabilidad individual. Y así lo trataron el día de la sesión. Existen varias crónicas del suceso, pero tenemos presente la que hizo el siempre bien recordado Miguel Ángel Granados Chapa, publicada en Reforma. El pachuqueño Granados elaboraba un libro de crónicas parlamentarias y pasó meses en sesiones desde un lugar que era llamado por los periodistas “El corral de la ignominia”, donde cercaron a “la fuente” lejos de los señores legisladores en San Lázaro.
Granados escribió lo que vio durante muchos días, pero esa sesión era sumamente especial, lo sabíamos todos y había que estar ahí.
Exasperado, el coordinador de los priistas, el tabasqueño Arturo Núñez Jiménez, llamaba al diputado priista morelense y lo conminaba a votar en favor, este se negaba en cada entrevista hasta que el hoy gobernador electo de Tabasco por el PRD --¡Vaya ironías de la política!—le advirtió: “¡Atente a las consecuencias, en política no se juega así!”. Obviamente era en el sentido que de la política tenía don Arturo en esos días tricolores e institucionales. Sabía Núñez que los tres del grupo Aguascalientes y un solitario tlahuica, podrían costarle el cargo de coordinador, cosa que sucedió poco después que entregó la estafeta al sinaloense Enrique Jackson Ramírez. Oscar González, el diputado líder de otros dos que luego fue candidato a gobernador, tenía razones políticas y temas pendientes con Arturo Núñez y al interior del CEN, su discurso era para avanzar en un proyecto. Los otros dos, entre ellos una mujer, lo seguían. Juan sabía que lo más sencillo era refugiarse en el axioma de “institucional” de su partido y de paso recibir un regalo extraordinario por el voto al Fobaproa de un millón de pesos. Su decisión estaba tomada a pesar de las constantes llamadas de Jesús Murillo Karam, subsecretario de Gobernación en ese momento, ex gobernador de Hidalgo y hoy presidente de la mesa directiva, allá mismo, en San Lázaro, que cada vez subían de tono y encontraban respuesta también abrupta de este lado. La suerte estaba echada y hacia atrás “ni pa’ tomar impulso”, como reza el refrán.
El mero día dejamos las ocupaciones aquí, sin consulta superior a nadie porque era ya un tema familiar y nos tocó observar alegatos en el camino a la ciudad de México, de personajes que todavía rezaban: “¡Ni te atrevas, Juan, ni te atrevas!”. Desde la llegada al edificio legislativo, aunque no al lado si notamos los altos de diputados priistas que conminaban al rebelde para cambiar su opinión. “Salte ahorita y yo lo habló con Arturo”, “regrésate a Cuernavaca”, “pasa lista o métete al baño a la hora del voto”, “te van a chingar, lo del Grupo Aguascalientes está en control aunque voten contrario, lo tuyo no, mejor bájate del carro, no seas necio”. Supone el columnista que les decía que sí, que estaba bien y seguramente cada uno de los cuatro o seis que lo detuvieron fueron para venderle el favor a Arturo Núñez Jiménez.
En el famoso “Corral de la ignominia”, tras un largo saludo a Miguel Ángel Granados y otros colegas amigos, esperamos la sesión. Estábamos prácticamente en segunda fila, detrás de los legisladores, en un salón a reventar y con reventadores, a propósito. Cuando se llegó al tema del Fobaproa creció la tensión. Juan había logrado vía los perredistas razonar su voto en tribuna y fue uno de los puntos más acalorados entre los coordinadores. Inició el conteo y el PRI con el PAN lo hicieron mayoritario juntos, pero había cuatro priistas en contra, lo que era “la nota”. Los del PRD firmes en su posición. Pero vendrían los momentos de tensión y coraje reprimido: tocaba subir a la tribuna al hermano y nos imaginábamos más o menos que estaría fuerte, pero nos quedamos cortos en la especulación.
Priistas y panistas enfurecidos esperaban que pasara para iniciar sus gritos, el menos duro era “¡Chingas a tu madre, pinche traidor!”. Seguramente a doña Angela Frikas nunca la habían mencionado tanto y de tan mala forma. Los del PRD aplaudían. Habló, dijo que de votar a favor de ese robo, “jamás pisaré el mercado donde nací y crecí, de la vergüenza”, entre otras cosas. Lo interrumpían, volvían a re mentarle la madre y, para nuestra sorpresa se callaba y regresaba solamente para ser interrumpido.
Cerca de donde estaba un servidor, dos legisladores se cansaron de mentarle la jefa, los teníamos a tiro de cañón aunque sea para un forzado cruzado o un retorno de mentada. No. El tema era de suma trascendencia. Una parte de la sangre jugaba como dictaban los cánones de la conciencia, no como los “intereses del poder” que ese momento ordenaban. Hoy, buscamos la lista de los legisladores que dijeron sí al Fobaproa, no solo por el millón de pesos de recompensa, más para que la historia lo registre. Un millón hasta en legislaturas locales se reparten, sino nada más hay que confesar a parte de los que se acaban de ir del recinto de Matamoros. La salida ese día, fue también difícil, con los priistas sonrientes abrazados de los panistas, en tanto en el PRD un grupo encabezado por Pablo Gómez esperaba en el vestíbulo a Juan para “lo que se ofrezca compañero, porque seguro que esos cuates no te la perdonan”.
Y así fue. Arturo Núñez y otros de la cúpula hasta el habla le retiraron, otros como los chiapanecos seguían bromeando con “El chinchulín” (el sábado mencionamos que así llaman en algunas regiones de aquella hermosa entidad a “la ladilla de las ladillas”) y lo aislaron de tal forma que pudo hacer el trabajo que quería ya en el plan más personal, incluidos encuentros en los sanitarios, cada que se podía, con algunos legisladores “patriotas” que lo tundieron a mentadas. Acostumbrado, les decía que si las cosas se arreglaban con una madriza, para pronto. Nadie le hizo caso, ya había pasado el asunto, el Fobaproa consumado, no les interesaba. Además con un millón de pesos más en la bolsa, hicieron su trabajo, no era personal. Mejor.
La jefa estaba preocupada todos los días y se remontaba a los días de diputado local que antes que nadie –allá por 1995—subió a la tribuna y denunció directamente al subdirector de la policía judicial, Armando Martínez Salgado, de ser responsable de muchos de los secuestros que empezaban a inquietar de más a la sociedad. Por cierto, no existía “El Clarín” y tuvo escaso registro en los medios. Luego, Martínez Salgado fue “la gota que derrumbó” a Carrillo Olea, aunque casi tres años después y todos se auto nombraron los primeros. Por cierto, ahí se puede consultar en el diario de debates ambos eventos, tanto el federal en el Fobaproa, como lo local con Martínez Salgado.
Sí, fue hace como trece años y por qué no recordarlo. No son sucesos comunes, se trata de decisiones personales donde tiene que ver el origen, la identidad, el compromiso social y el destino. ¿Por qué no? Ahora va a ser regidor por segunda ocasión, como parte de una carrera iniciada desde niños, al frente de chicleros, lava coches, boleros, futbolistas, boxeadores, luchadores, taxistas y como dirían los camiones que salían de la Glorieta de los Niños Héroes en el triángulo que conforman Leandro Valle, Matamoros y No Reelección: y anexas.