Ellos están en calles estratégicas del centro y son parte de la toma de la Plaza de Armas, que se llevará sin contratiempos hasta el lunes primero de octubre, día en que asume posesión como gobernador, Graco Ramírez Garrido Abreu. El cierre del NGS es molesto para todos, pero se inscribe no en la demanda justa de los maestros sin pago, sino en uno de los flancos del programa de la toma de protesta. En una palabra: lo que el manchado de Bulmaro pida, no es real, repetimos, está ahí, obstruyendo los pasos porque es, a la vista, el ala obrera del nuevo Gobierno, como lo fue mucho tiempo en las dos administraciones panistas, un contrapeso eficaz y necesario de la CTM. Hoy sin Tito Barrera Ocampo al frente (al que deberían dejar descansar en paz tanto rapaz), Bulmaro tiene el camino libre para estas demandas que son escenografía y las que verdaderamente requieran sus agremiados con eso de la Reforma Laboral que, esperamos, tenga conocimiento de qué se trata. Lo de Vinicio Limón es aparte, no tiene la capacidad de movilización de Hernández, pero lo acomodarán para que la nueva administración tome rasgos de inclusión y plural, y tendrá en Hernández Juárez a uno de sus aliados si se le cristaliza la posibilidad de secretario del Trabajo, aunque parezca contra sentido, hagamos de cuenta que líderes-líderes como don Leonardo Rodríguez Alcaine o Fidel Velázquez –ambos ya fallecidos para no ver a Vinicio, por fortuna—los nombraran en cualquier Gobierno ministros del trabajo. Ya veremos si cuadran bien gente como Vinicio.
Político al fin, Graco Ramírez abre las puertas y seguramente pulsará talentos y capacidades en su equipo, y lo hará con prisa. El cumplimiento de compromisos es normal en la vida pública y luego, si no funcionan, inician los ajustes. Esto es apenas el comienzo. Son seis años, largos o cortos, según la dinámica que se imprima. Existen muchos retos y habrá que generar propuestas junto con la acción para salir adelante. Morelos se merece vivir como siempre, bien. Será la condición emocional en general de la sociedad local o Graco es un fenómeno político, pero ha despertado buenas expectativas, su discurso ha pegado y la exigencia será grande a partir del lunes. Por ello reiteramos que en el equipo del nuevo Gobierno, están todos –menos el que llegó por la elección popular—en prueba, que el que cumpla con eficacia y si se puede talento, se queda. Los que no, lo veremos seguramente, el propio gobernador Ramírez Garrido Abreu los hará a un ladito, sin traumatismos pero sí firmemente.
Se aplica al máximo lo que nuestro querido Carlos Reynaldos Estrada dejó como legado en una frase controversial donde a tanta promesa en las décadas de los 60, 70 y 80, ante la dura realidad de los 90, dos mil y 2010 y hasta hoy, no sabemos ni qué queremos. A propósito, más adelante recordaremos con su estilo al buen Carlos, que hace un mes y cinco días nos dejó un rato.
El tema de los profesores jubilados es importante, el Gobierno que termina debe ceder la plaza hasta el último minuto y segundo con eficiencia, de ahí que las palabras de Jorge Messeguer Guillén, en el sentido que “no han honrado su palabra”, debe tener un buen fin, pero pronto, porque los que los enseñaron a leer y escribir tienen la necesidad de sobrevivir, y se observan en el horizonte corto entes que desean subirse en su camión para que los noten las nuevas autoridades. Que los atiendan y cumplan con lo que les deben. Nada más.
Vorágine
Para pronto.— Apenas con 50 años falleció Alonso Lujambio, que tenía unos días como senador y fue secretario de Educación en el Gobierno federal que fenece. Un artículo digno de análisis es el que hace unas semanas escribió el doctor Ernesto Villanueva en la revista Proceso, sobre si era ético que en sus condiciones de salud asumiera el cargo. Ante males como el que se llevó joven a Alonso, lo único seguro es que en la pelea contra él hay asaltos complicados y otros esperanzadores, pero ya al final, los últimos tres si es a 12, es evidente que ni la toalla puede arrojarse. Una pena lo de Lujambio. Como lo vivimos cerca, sabemos lo que decimos y dejamos escrito: este mal arrastra al que lo padece y a quienes lo rodean, es una de las cosas más desgastantes que se pueden vivir. Que descanse en paz.
Bueno, el maestro Carlos Reynaldos murió el reciente 20 de agosto a causa del cáncer en la garganta que luego se expandió y lo fue minando sin quitarle un ápice de crítico crudo que siempre lo fue, ni su humor negro que le ganó con creces el mote de “catástrofe”. Esto se debe a que en una de sus tantas salidas y regresos de Morelos, allá por el 94-96, en una reunión de amigos, el que le puso el mote le dijo: “Oye mi Carlos, eres muy querido por todos, pero cada que llegas algo sucede, ¿por qué no te regresas a tus vacaciones?”.
Y el Reynaldos que era bueno en la réplica, rápido lo atajó, volteando a mirar a todos los presentes con un gesto como de fastidio:
--“Este no sabe que mi llegada tiene un fin mayor, vengo a librar a los morelenses de un gobernador que no lo merece. ¡Carrillo, prepárate que Catástrofe ha llegado y anuncia que dejarás la chamba!”.
Y se fue, meses después y Carlos desde una mesa en La Universal, reñía con el buen Ricardo Rocha que al pasar, escuchó: “¡Prensa vendida!”. Se volteó y retó al que hubiera gritado. Reynaldos le dijo. “Yo soy, no puedes avalar a este gobernador”. Y Rocha le gritaba que se lo probara, que él es un periodista íntegro. En verdad, luego lo comentaríamos con Reynaldos, Rocha hizo su trabajo en relación con Morelos, profesional, bien. “Tengo que buscar disculparme con él, me dejé llevar por ver a tanta gente gritándole a Carrillo que se fuera”. Fue “El día D”, que los vestidos de blanco se multiplicaron y marcaron el destino del jojutlense.
Alguna vez se lo comentamos a Rocha, meses después y lo tenía bien registrado. Le dijimos quién era Reynaldos y que le pedía lo disculpara. Ricardo dijo que lo tenía muy presente, que la manera del reclamo lo alteró. “Espero que nos reunamos con él, vale la pena platicar con gente que hizo tantas cosas en el medio”. Cuando le dijimos a Carlos que todo estaba bien, solo agregó, tajante: “Dile, si lo vuelves a ver pronto… que lo que me falta por hacer”.
Hará tres meses que caminamos por el zócalo de Cuernavaca con Carlos y se acercó uno de sus tantos conocidos del café, para casi gritarle tras un saludo corto:
--“¿Mi Carlitos, qué te pasó? te noto muy mal” y hasta parecía que lo disfrutaba el chango ese.
Y Carlos:
--“Sí. Tengo cáncer”.