La del 2009 donde el PRI arrasó todos los distritos locales y los ayuntamientos más importantes.
Y la de este año, que por primera ocasión lo que han dado por llamar “las izquierdas”, ganaron el gobierno estatal vía Graco Ramírez Garrido Abreu y la mayoría de los distritos locales.
La renovación del IEE debe ser –por las condiciones, repetimos, en otros sectores que no levantan—manejada con alta responsabilidad por los legisladores, de una manera profesional desde los partidos para que envíen propuestas de consejeros que mantengan el equilibrio de los últimos años tanto con Oscar Granat como en su momento con Teodoro Lavín León en la presidencia. Tiene los números a su favor y es una instancia vital para el desarrollo democrático. En este punto, en Morelos se pueden cargar fallas internas en los partidos, agreguemos a los actores de los mismos y los políticos ya en el cargo, pero las instituciones que juegan en el rol democrático, se encuentran estables.
Entonces, en el proceso que seguramente lleva días en los pasillos y oficinas del Poder Legislativo en relación al Instituto Estatal Electoral, existe la obligación del manejo profesional. No es menor si por el peso de intereses propios o de grupos, le desfiguran el rostro y afectan órganos del cuerpo de una de las pocas instituciones con resultados. Los diputados deben anteponer el nivel y tamaño de los protagonistas que integren el IEE a sus intenciones amistosas o pensando en la consolidación de un proyecto político. Ya vimos que el IEE está tan bien hecho, que por más que se quiera no permite la infiltración partidista para favorecer a tal o cual. Su composición lo evita, su naturaleza en los años de formación, lo vomita. Así que las decisiones deben tomarse sin miedo a los adjetivos de cercanías o filiaciones partidistas. A Teodoro Lavín lo relacionaban con el PRI, sin embargo vivió el fin del partido hegemónico en un IEE sólido. A Granat le daban condiciones afines al PAN, y a pesar de ello con los dos últimos gobernadores y en su presidencia, el blanquiazul cayó hasta el tercer lugar de manera consecutiva.
¿Entonces? Es simple: en el IEE puede estar el presidente que determinen, pero es un órgano colegiado que no permite intromisiones políticas directas. Su naturaleza lo rechaza aunque exista o no afinidad de los consejeros. De manera constante se fue blindando hasta dar con la institución que tenemos el día de hoy: la puede presidir el más perredista, panista o priista o presuntos militantes de estos, los que imaginemos, sin que incidan en el momento de la decisión ciudadana. Se hizo prácticamente imposible. Además, hay tribunales estatales y federales tras sus determinaciones. Habrá que darle al IEE lo que más le convenga institucionalmente.
No sabemos con exactitud qué consejeros cubran las plazas que se ausentan, pero quedan otras con derecho a buscar un segundo periodo. Ahí entra Rubén Jiménez Ricardez, viejo conocido de la lucha democrática, hombre de argumentos, de oficio editor más de cuatro décadas (como ejemplo, más de 20 años manejó el cargo de editor en jefe de ciencias sociales en Ediciones Era), un experto y con un cargo de trabajo eficaz con bajo perfil público este pasado periodo como consejero electoral. Cuenta con un largo historial en la tarea política desde los terrenos de las ideas que se hacen públicas a través de los medios. No ha sido un personaje directo de los cargos electorales.
Muchos sabemos quién es, pero su historia no es lo que parece único: el cargo de director del Sistema Morelense de Radio y Televisión, está mucho más allá. Que lo revisen los diputados, que lo hagan con los demás y que el IEE siga su rumbo. Este es trazado por su propia naturaleza, imposible desviarlo. Se fue haciendo tal como está, que no se puede torcerlo. Nos encontramos con los blasones de Rubén Jiménez Ricardez y necesitaríamos mayor espacio. Es muy completo su trabajo como editor y más que digno su paso por el ejercicio de la democracia y el debate de las ideas. Que los legisladores conozcan a quiénes van a enviar al IEE y que lo hagan con la idea que sostenga su fortaleza, y los que repitan que encaucen a los recién llegados. De lo demás, la propia institución por su naturaleza camina.