Y es que resulta que Fabiola es esposa nada menos que del diputado Andrés Duque Tinoco, quien llegó al cargo bajo las siglas del Partido Morena y días después de tomar protesta se cambió a la bancada del Partido Encuentro Social (PES).
Es natural que se piense de esa manera. La política así es y siempre ha sido así, funciona a base de negociaciones, de favores que se pagan con otros favores, y también funciona a base de traiciones. Es sucia pues.
Pero también es injusto que los familiares de alguien que de repente figura en el escenario político, automáticamente estén condenados a suspender sus trayectorias profesionales para que no digan que son negociaciones políticas.
En el ejemplo de la directora del Instituto de Crédito, tengo entendido que a Fabiola del Sol Urióstegui Alvear no la fueron a sacar de la cocina para que viniera a hacerse cargo del ICTSGEM; la señora tiene una trayectoria como abogada y servidora pública y los conocimientos necesarios para hacerse cargo de esa institución en la que laboró durante cinco años, independientemente de su matrimonio con el hoy diputado.
Aclaro: no digo que no sucedan este tipo de negociaciones. Viene a mi mente el caso de dos magistrados que "intercambiaron a sus esposas", es decir, la esposa de uno era la secretaria del otro, y viceversa. O peor tantito, los que acordaron: "tú le das trabajo a mi amante y yo contrato a la tuya".
Pero eso no significa que en todos los casos sea así.
Recuerdo el caso de mi amigo Pepe Alemán, destacadísimo fotógrafo profesional que durante seis años tuvo que cargar con la circunstancia de que su cuñado fuera gobernador del estado, y que se pensara que todo cargo o contrato que obtuviera era por recomendación de Marco Adame, cuando en realidad él ya era reconocido antes de esa circunstancia.
O el caso más reciente: que la doctora en Derecho, Clara Soto Castor, con todos los merecimientos para ser presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Morelos, no lo haya podido lograr porque daba la circunstancia de que en esos momentos su cuñada era la presidenta de la Junta Política del Congreso.
Lo que mucha gente no sabe, es que en ese momento (marzo de 2016) a Graco Ramírez le resultaba más redituable negociar con los priístas y otras fuerzas políticas la entrega de esa institución, que imponer a la cuñada de Hortencia Figueroa.
El de Hertino Avilés y Clara Elizabeth es un matrimonio ejemplar en el que ambos comparten la pasión por el Derecho (y la educación de su hijo Hertino III) pero que cada uno por su lado ha podido desarrollarse profesional y académicamente.
Poca gente sabe que Hertino ocupó el promedio de calificación más alto en la historia de la Facultad de Derecho, lo que le valió la titulación automática y con mención honorífica. Esa característica la tuvo también en la maestría y el doctorado.
Recién egresado de la Facultad obtuvo el cargo de Juez de Primera Instancia en el Poder Judicial del estado y años más tarde logra abrirse paso en el Poder Judicial de la Federación donde llega a ser secretario de estudio y cuenta.
Desde el mes de febrero de 2008, recibe de la Legislatura local su nombramiento como magistrado del Tribunal Electoral del Estado. A la par, Hertino sigue los pasos de su padre como profesor de la Facultad de Derecho de la UAEM y en otras universidades particulares, no solamente en la licenciatura sino también en posgrado. También, catedrático de la materia de Argumentación Jurídica de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Por méritos propios, su esposa Clara Elizabeth estudia la maestría en Derecho Privado en la Universidad Iberoamericana y posteriormente el doctorado en la UAEM. Se va a España a especializarse en Derecho Civil en la Universidad de Salamanca y toma varios diplomados en materia de derechos humanos.
Ocupa diversos cargos en el Poder Judicial del Estado, en los tres niveles de gobierno, pero nada fuera de lo común. Su apellido no era importante. Lo más que trascendió fue cuando buscó ser presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos en el 2007, donde ya era consejera consultiva honoraria desde tres años antes. Quedó dentro de la terna pero no obtuvo los votos suficientes en el Congreso porque la tacharon de ser “priísta” y gobernaba el PAN.
Así llega el 2016 para el matrimonio Avilés Soto. Con una familia unida, ambos con sus estudios de doctorado terminados y con la posibilidad de buscar nuevos retos profesionales. Él quería ser director de la Facultad de Derecho y ella presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos.
Pero ni una cosa ni la otra. Hubo línea para que los diputados afines a Rodrigo Gayosso votaran por Jorge Arturo Olivares Brito, en tanto que el rector de la UAEM, Alejandro Vera Jiménez, -peleadísimo en ese momento con Graco Ramírez-, sí se creyó el “borregazo” de que Hertino era el enviado del gobernador para desestabilizar la UAEM y dio línea a favor de Rubén Toledo Orihuela.
Ayer, diversas organizaciones civiles se pronunciaron por Clara Elizabeth Soto Castor para que ocupe la presidencia de la CEDH. Su cuñada, a la que no ve desde diciembre (así lo dijo), está muy ocupada preparando su defensa legal y no tiene la fuerza política para influir en ninguna designación.
Sería pues una total injusticia que por cuarta vez le nieguen el derecho a presidir el órgano garante de los derechos humanos en el estado de Morelos, las dos últimas veces por llevar el apellido Soto Castor.
HASTA MAÑANA.