Los dos eran hombres de bien reconocidos por la gente de la región, y además de ser de la misma “camada” tenían la característica común de que cada uno tenía un hijo varón más o menos de la misma edad.
La vida los llevó por caminos diferentes pero siempre mantuvieron la amistad. No se veían con frecuencia pero cada vez que se encontraban platicaban de sus respectivos hijos.
Y como dice la canción de Los Tigres del Norte, uno se fue para el norte y el otro se hizo licenciado.
El hijo de Cándido, al que le pusieron por nombre Santiago, no se le dio el gusto por las letras y desde chico se fue a Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida. El hijo de Chano, Jorge, se vino a estudiar a Cuernavaca donde se tituló como licenciado en Derecho en una universidad privada y comenzó a involucrarse en la política bajo las siglas del Partido Acción Nacional.
Al paso de los años, Jorge Toledo logró que el gobernador Marco Adame Castillo lo nombrara subsecretario de Readaptación Social, es decir, el cargo más alto dentro del sistema penitenciario que en aquel tiempo dependía de la Secretaría de Gobierno.
En una de sus visitas a su pueblo natal, su padre le comentó que se había encontrado a Cándido, su amigo de la infancia, y que le había comentado que su hijo Santiago andaba en malos pasos. “Dice que el Ejército le sembró varios kilos de mariguana y está preso en el Penal de Atlacholoaya”, le comentó.
“Dile que me vaya a ver, de todos modos yo tengo la obligación de atender a toda persona que pida audiencia”, le contestó Jorge Toledo.
Al siguiente lunes ya estaba ahí Don Cándido. El subsecretario de Readaptación Social le explicó que su hijo Santiago Mazari, si bien estaba dentro del Centro Estatal de Readaptación Social (Cereso) por estar acusado de un delito federal su permanencia dependía de la Secretaría de Gobernación federal a través de un órgano desconcentrado.
Le aconsejó que fuera con el abogado del interno y que pidieran un informe sobre su situación legal para ver si alcanzaba alguno de los beneficios que la ley contempla para los reos que observan buen comportamiento.
Para ello, el funcionario ya había verificado que Santiago Mazari Hernández, alias “El Carrete”, no aparecía en la lista de los 20 reos más peligrosos del Penal de Atlacholoaya. De hecho, ni siquiera era conocido entre la población interna, y al parecer sí quería obtener una libertad anticipada porque realmente observaba buen comportamiento.
“El Carrete” estaba sentenciado a cinco años de prisión y solamente llevaba la mitad. Sólo estaba preso por delitos contra la salud en su modalidad de posesión de marihuana, aunque ya desde entonces se manejaba la versión de que trabajaba para el Cártel de Los Beltrán Leyva.
El papá de El Carrete lo visitó un par de veces más, ahora acompañado de un abogado que dijo llamarse Jorge Miranda, que era su primo.
Entonces ocurrió algo inesperado y fuera del alcance de Jorge Toledo y cualquier otro funcionario: el Congreso federal aprobó reformas a la Ley General de Salud, del Código Penal Federal y del Código Federal de Procedimientos Penales, con lo que se redujo la pena máxima de 10 a ocho años de prisión, con lo que los sentenciados podían obtener su libertad bajo fianza.
Originalmente la reforma referida –publicada en el Diario Oficial el 27 de agosto de 2009– señalaba que a las personas que hayan cometido un delito de los contemplados en el presente decreto con anterioridad a su entrada en vigor, incluidas las procesadas o sentenciadas, les serían aplicables las disposiciones vigentes en el momento en que se haya cometido, pero la Suprema Corte de Justicia de la Nación consideró que dicha ley viola el principio de retroactividad que establece que una ley sí puede aplicarse retroactivamente si es en beneficio del reo.
Así, “El Carrete” obtuvo su libertad sin ayuda de nadie, más que de sus abogados. No se supo de él por mucho tiempo, más que había vuelto a Estados Unidos y que estaba traficando cocaína para el Cártel de Sinaloa.
Su padre, Don Cándido, fue secuestrado por un grupo enemigo, y “El Carrete” lo rescató vivo y mató a todos sus captores. Falleció de cáncer años después.
Santiago trabajó en el anonimato hasta que el 29 de enero de 2014 la revista Proceso le dedicó su portada. Patricia Dávila escribió el reportaje titulado “El Carrete” el azote del sur de Morelos.
“Tras la muerte de Arturo Beltrán Leyva El Barbas, en diciembre de 2009, el cártel que lideraba se dividió y surgieron las células Los Rojos y Guerreros Unidos. Desde entonces se incrementó la violencia en la entidad, que hoy tiene uno de los índices delictivos más elevados del país, pues los integrantes de ambas organizaciones secuestran, ejecutan, amenazan, extorsionan, cobran derecho de piso, incluso controlan algunos ayuntamientos”, decía el reportaje.
Explicaba que los focos rojos se ubican en los municipios de Amacuzac y Puente de Ixtla, en los límites con Guerrero. Ahí, al sur de la entidad, los sicarios de ambos grupos se disputan el territorio; en la zona cañera que comprende Jojutla, Tlaltizapán y Zacatepec los enfrentamientos son constantes; ambos grupos criminales también tienen incidencia en la zona centro –Cuernavaca, Jiutepec y Temixco.
“Precisamente del poblado de San Gabriel, municipio de Amacuzac, es originario Santiago Mazari Miranda, El Carrete o El 8, líder de Los Rojos. Es sobrino de Alfonso Miranda Gallegos, alcalde de este municipio en el trienio 2009-2012, de acuerdo con un documento confidencial que circula en las áreas de procuración de justicia morelense”, agregaba.
Así, después de ser un interno más del Penal de Atlacholoaya, Santiago Mazari se convirtió en el narcotraficante más conocido del estado de Morelos. Hasta el pasado 1 de agosto, que fue detenido por policías comunitarios de la Sierra de Guerrero, y entregado al Ejército.
HASTA MAÑANA.