“Prácticamente todos los gobernadores de Morelos –de López Avelar para acá- han estado sentados en esa silla”, dice don Alberto Corripio mientras le pone la grasa a los zapatos con una agilidad inusitada.
Luego recapacita y corrige: “Bueno, el único que nunca vino fue esa rata de Graco Ramírez, y qué bueno porque le hubiera dicho sus verdades. Fue el único que perjudicó al gremio, pues de 50 que éramos ahora sólo quedamos 30”.
El veterano líder de los lustradores de calzado explica mientras trabaja en el calzado del columnista, que Graco Ramírez ordenó la obra de remodelación del kiosco y quitó las escaleras que daban de la plaza a la calle Galeana, lo que disminuyó sustancialmente el paso de peatones, potenciales clientes de los lustradores.
También, prohibió que se establecieran enfrente del Palacio de Gobierno “porque daban mal aspecto”, lo que provocó que varios compañeros tuvieran que dedicarse a otra cosa.
- Y a quien se le habrá ocurrido quitar esas escaleras don Corripio?- le preguntó.
- Pues solamente a alguien que no es de Morelos, y que no sabe que la gente acostumbraba cruzar desde No Reelección hasta el Palacio de Gobierno caminando, y ahora tiene que rodear, dejando prácticamente abandonado ese lado de la plaza- contesta el bolero mientras comienza a tallar uno de los zapatos para sacarle brillo.
Efectivamente, había unas escaleras en la parte poniente de la Plaza del Kiosco, incluso hace años hicieron que bajara un coche por los escalones cuando estaban filmando una película norteamericana.
Ya entrados en la conversación, don Alberto Corripio me platica que está cumpliendo 61 años de dedicarse al negocio de la lustrada de calzado. “Comencé a la edad de nueve años a dar bola con mi cajón de madera. Le daba servicio a todos los funcionarios que despachaban en el Palacio de Cortés, ahí estaba todo gobierno. Un día que sale un señor trajeado, yo creo que era el secretario particular, y que me dice: chamaco, acompáñame, le vas a dar bola al señor gobernador”.
Y sí, después de lavarse las manos en el baño del mandatario, se puso a lustrar los zapatos de Rodolfo López de Nava, quien agradecido por el trabajo lo premió con cinco centavos de propina.
Años después, cuando ya era un adolescente, fue uno de los primeros en tener un lugar semifijo en el centro de Cuernavaca, y muy pronto se convirtió en el líder de los lustradores… y en el lustrador de los gobernadores.
Dice que de quien guarda excelentes recuerdos es de Antonio Riva Palacio López, quien desde que era senador, durante su gubernatura, y varios años después de haber dejado el cargo, se lustraba los zapatos en el zócalo y siempre buscaba la silla de Alberto Corripio.
“Cuando era gobernador venía tres días por semana a lustrarse los zapatos, y aquí la gente aprovechaba para pedirle cosas. Luego le preguntaban que dónde lo podían ver para avisarle si ya habían cumplido con el encargo, y don Antonio respondía: pues aquí, con Corripio”.
El veterano lustrador de calzado ha visto muchas cosas en esa plaza del Kiosco, pero sobre todo ha sido testigo de la transformación de una sociedad. Recuerda que hace décadas eran memorables los enfrentamientos constantes entre muchachos “broncudos” que se la pasaban en el extinto restaurante “La Parroquia”. Era Sergio Cobián, el “Güero Broncas” y uno que apodaban “El Fitos”, quienes armaban unas trifulcas en las que tenía que intervenir la Policía.
Sin embargo, “esas peleas eran a mano limpia, no eran como ahora que con cualquier pretexto los chamacos sacan la fusca”.
El acontecimiento que más le impactó fue la ejecución del empresario Jesús García y del líder de comerciantes, Roberto Castrejón, a mediados de este año. Recuerda que ese día (8 de mayo del 2019), las calles estaban cerradas y había una manifestación de comerciantes sobre la avenida Galeana.
“Yo cuando escuché el primer balazo me dije: este gobierno ya está dispersando la manifestación a punta de balazos, pero luego supe que el ataque iba contra Don Chuy y Roberto Castrejón”, rememora Alberto Corripio, quien como todos los que estaban presentes, buscaron resguardarse para que no les tocara una bala perdida.
Expresa su preocupación porque “ya no se puede andar por las calles tranquilamente. En cuanto anochece hay que guardarse en la casa porque no sabe uno qué vaya a pasar. Eso es muy triste porque la gente ya no sale y no consume, entonces de qué vamos a vivir”.
- Y nunca ha salido mal con un funcionario por defender a su gremio- le preguntamos.
- Sí, una vez con un regidor. Se llamaba Luis Salas Catalán y quería reubicarnos del zócalo. Pero que buscamos el apoyo del presidente municipal que era Manuel Martínez Garrigos y ya no pudo hacer nada. Luego hasta nos hicimos bien amigos con Luis Salas.
Termina de lustrar mi calzado, le pago y nos despedimos, deseándole que siga representando bien al gremio de los lustradores y que continué siendo un testigo de lo que ocurre diariamente en el centro de la capital.
Y sobre todo, agradecemos que cada vez que llega un cliente le ofrezca un periódico impreso de “La Unión de Morelos”, como le hizo con un servidor, al que se le quedó viendo y dijo: “usted es el que escribe ésta columna, ya se me hacía conocida la foto”.
HASTA MAÑANA.