El presidente municipal de Tlaltizapán, Alfredo Domínguez Mandujano, apodado El Cuananis, quien presenta hoy su segundo informe de labores, está obligado a buscar la reelección en las elecciones del próximo año, pues en caso de llegar cualquier otro munícipe, es muy probable que le inicien procesos penales por ejercicio abusivo de funciones y peculado (por lo menos), dadas las irregularidades en que ha incurrido consuetudinariamente desde que asumió el cargo.
Y es que una máxima de la ley es que “el desconocimiento de la misma no te exime de la responsabilidad”, de ahí que el justificar sus acciones diciendo que por carecer de conocimientos en materia legal y de contabilidad (hasta antes de ser alcalde ejercía el noble oficio de la herrería) no sabía lo que hacía, servirá de muy poco ante la Fiscalía Anticorrupción.
Cuananis –ya lo decíamos en una columna anterior- es muy parecido al personaje de “Juan Vargas” en la película “La Ley de Herodes”, cuando por azares del destino el trabajador de un basurero se ve convertido en presidente municipal de una comunidad muy pobre, y entonces el hombre –de buena fe al principio- comienza a gobernar “como Dios le da a entender”.
Es el caso de Domínguez Mandujano, quien se la ha pasado celebrando su triunfo en las votaciones de 2018 por la alianza PRD-PSD, tras una primera derrota en 2015 yendo bajo las siglas del Partido Encuentro Social. Por lo menos tres días de la semana las comidas del alcalde y de casi todos los regidores terminan en borracheras en los mejores restaurantes de la región.
Eso, sin contar sus viajes a diversas ciudades de Estados Unidos y las playas del estado de Guerrero, a donde va regularmente. Esto no lo podría hacer si no fuera por la complicidad de casi todos los regidores del Cabildo, que le aprueban todo lo que propone y dispone sin verificar la legalidad de sus acciones.
Pero su principal cómplice era Germán Rodríguez Sánchez, quien se desempeñaba como tesorero municipal, pero cometió el error de darle una golpiza a su esposa, y no obstante que el Cabildo ya había aprobado que permaneciera en el cargo por tratarse de un asunto personal, el alcalde terminó por despedirlo ante las presiones de las organizaciones feministas.
Aunque sólo estuvo poco más de un año al frente de la Tesorería, Germán Rodríguez Sánchez cambió radicalmente su forma de vida, pues de ser un modesto contador, pasó a ser un exitoso empresario del transporte “por aplicación” e inversionista inmobiliario.
Para el alcalde de Tlaltizapán no existe normatividad que valga ni autoridad que lo haga entender. El personaje de “La ley de Herodes” acostumbraba agregarle palabras a la Constitución utilizando una pluma. El Cuananis simplemente hace como si no existieran las Leyes, al menos no en su pueblo de Tlaltizapán.
Por eso no cumple con la Ley de Información Pública que lo obliga a transparentar todos los gastos; ni con la Ley Orgánica Municipal que establece los perfiles de los funcionarios así como la forma de ser designados; mucho menos la Ley de Adquisiciones que pide someter a licitación las obras públicas.
¿Y cómo va a justificar los gastos que está realizando cuando tenga que entregar cuentas al Congreso?
No lo sabemos a ciencia cierta, pero es muy posible que recurra al viejo truco de que lo robaron (como alguna vez lo hicieron en el Congreso Local, cuando justificaron la desaparición de 500 mil pesos diciendo que los habían dejado en el cajón de un escritorio y que al otro día ya no estaban).
Y vea usted si no:
El 3 de agosto pasado, el multicitado tesorero acudió ante el Ministerio Público de Jojutla, para denunciar que un día antes, estaba comiendo con el presidente municipal Alfredo Domínguez y diversos miembros del Ayuntamiento, en el restaurante “El Barbaxiote” cuando fueron avisados por un escolta de nombre Sergio Urióstegui Sánchez, que al salir a revisar la camioneta del alcalde se percató de que el vehículo del tesorero mostraba un vidrio roto.
Y dice el tesorero, que en ese vehículo (un Peugeot placas PWX307-C) había una computadora Lap Top de la marca HP que contenía “toda la información financiera del Ayuntamiento”. Pero no sólo eso, sino que también se llevaron los dispositivos electrónicos (Token) con los que controlan las transferencias de las cuentas bancarias del municipio.
El Cuananis supone que ya con eso la Entidad Superior de Auditoría y Fiscalización (ESAF) del Congreso, le va a perdonar cualquier faltante en su cuenta pública; lo que no sabe es que la declaración ministerial del tesorero carece de validez porque no es el representante legal del Ayuntamiento.
Además de la denuncia antes descrita, que quedó radicada con el número JO/UEDP/2009/2020 en la Fiscalía Regional Sur-Poniente, hay otra, la JO/UEDP/102/2020, que inició un trabajador del Ayuntamiento de nombre Pedro Roldán Pérez, quien afirmó que el tesorero lo mandó a retirar 28 mil pesos del Banco, y que en la colonia Nicolás Bravo de Tlaltizapán, fue asaltado, pero no solamente le quitaron los 28 mil pesos que acababa de retirar, sino también otros 50 mil pesos que llevaba en una bolsa, dinero propiedad del Ayuntamiento.
¿Ahora entienden por qué decimos que la única forma de escapar de la cárcel es la reelección?
Cualquiera que llegue que no sea él mismo, bastará con rascarle sólo un poquito a las finanzas públicas, para descubrir que les salió caro a los tlaltizapanenses elegir como su alcalde a un herrero bonachón.
¿Sabrán eso los dirigentes del Partido Encuentro Social que lo invitaron a pasarse a ese partido? En caso de que se dé la alianza con el partido de Andrés Manuel López Obrador, ¿se arriesgará Morena a sufrir un descrédito de ese tamaño cuando se descubran los malos manejos de El Cuananis?
Eso lo sabremos en pocos días, por lo pronto, seguramente hoy la fiesta por el segundo informe de labores de Alfredo Domínguez Mandujano va a estar buena… y corre por cuenta de los tlaltizapenses que pagan oportunamente sus impuestos.
HASTA EL LUNES.