Ya sabía que no podría entrar pero mi única aspiración era posar para la cámara al igual que cientos de personas frente a la casa que alguna vez habitó el Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, en la calle Carrera 7 de la ciudad “amurallada” de Cartagena de Indias, departamento de Bolívar, Colombia.
Tuve que recorrer casi cuatro mil kilómetros de distancia para llegar aquí, sólo para ver esta casa típica de la ciudad que se fundó en 1533. Es una fachada blanca y la única señal de que aquí vivió el insigne escritor es una pintura anónima sobre la pared con su rostro y la leyenda: “Ningún lugar en la vida es más triste que una cama vacía”.
Aquí, diariamente vienen extranjeros a tomarse una foto en esa misma fachada. Unas aborígenes vestidas con su traje típico ofrecen posar con los turistas por dos mil o tres mil pesos colombianos.
Pero para llegar hasta aquí primero se debe disfrutar de un recorrido por la ciudad considerada patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Es increíble el grado de conservación de su arquitectura, caracterizada por unos balcones de madera sobre los cuales no se observa a nadie quizás porque existe el riesgo de que en cualquier momento se vengan abajo.
Caminar por Cartagena es como regresar el tiempo al Siglo XVI. De no ser por los vehículos que no dejan de transitar por sus angostas calles, parecería que en cualquier momento vamos a ver a su fundador, Pedro de Heredias, enfundado en su armadura, con su espada al cinto y luciendo su abundante barba, a bordo de su carruaje.
Sin embargo, para los que somos asiduos lectores de Gabriel García Márquez, la ciudad también nos hace evocar al joven oriundo de Arataca que llegó a Cartagena a finales de los cuarentas del siglo pasado con la ilusión de ser periodista tras renunciar a sus estudios de Derecho, aunque años después decidió que lo que en realidad quería ser, era escritor de novelas.
Cuentan que fue aquí, en la Plaza de los Mártires, donde su padre le gritó que “acabaría comiendo papel si insistía en querer ser escritor”, y que incluso tuvo que dormir a la intemperie en el parque Bolívar antes de comenzar a trabajar en el periódico “El Universal”, cuya redacción originalmente también estaba en este mítico lugar.
En 1948, un periodista de nombre Clemente Manuel Zabala, jefe de Redacción de El Universal, le dio la oportunidad de que escribiera algunos editoriales y luego le permitió que incursionara en el género de la columna.
El periodismo le sirvió para subsistir, pero su pasión era la literatura. No obstante, como suele ocurrir con muchos escritores, sus obras literarias y artículos fueron rechazadas por periódicos y empresas editoriales, mismas que lo buscaron afanosamente después de que ganó el Premio Nobel de Literatura, en 1982. De ahí en adelante todo fue fama y reconocimientos, hasta que falleció el 17 de abril en 2014, en la Ciudad de México.
A todo esto, ¿qué relación puede tener Morelos con García Marquez y con Cartagena? Les explicó:
En el 2007, la Asociación de Academias de la Lengua Española mandó hacer una edición conmemorativa de su obra Cien Años de Soledad, en la que se incluyó, además de la obra maestra de “El Gabo”, una serie de artículos donde sus amigos escribieron lo que quisieron de él. Algunos diseccionaron la historia del pueblo de Macondo narrada por el escritor, y otros prefirieron contar algunas anécdotas personales.
Álvaro Mutis, por ejemplo, rememoró el día que conoció a García Márquez “una noche de tormenta en el Barrio de Bocagrande (desde donde escribimos la presente columna), Cartagena. Me lo presentó Gonzalo Mallarino, su compañero de facultad de Derecho en la Universidad Nacional, y ya su admirador irrestricto”.
Carlos Fuentes, el afamado escritor mexicano, refirió que conoció a Gabo allá por 1962, en la ciudad de México, y se lo presentó Álvaro Mutis (también colombiano). Pero hay un fragmento de lo que escribió Fuentes que me llamó poderosamente la atención:
“...íbamos por la carretera a Acapulco, donde Gabo tomaba un vapor inglés (barco) y viajaba a Panamá para renovar su visa y regresar a México.
“Recuerdo estos viajes porque en uno de ellos Gabriel García Márquez se transformó. Lo miré y me asusté. ¿Qué había ocurrido? ¿Nos habíamos estrellado contra un implacable autobús de la línea México-Chilpancingo-Acapulco? ¿Nos habíamos derrumbado por los precipicios del Cañón del Zopilote? ¿Por qué irradiaba una beatitud improbable el rostro de Gabo? ¿Por qué le iluminaba la cabeza un halo propio de un santo? ¿Era la culpa de los tacos de cachete y nenepil que comimos en una fonda de Tres Marías?
“Nada de esto: sin saberlo, yo había asistido al nacimiento de Cien años de Soledad -ese instante de gracia, de iluminación, de acceso espiritual, en que todas las cosas del mundo se ordenan: “Aquí estoy. Así soy. Ahora escríbeme”.
De ahí me surgió la idea de que el nacimiento de Cien Años de Soledad que narra Carlos Fuentes, pudo haberse dado entre Tres MarÍas y Chilpancingo, muy probablemente en tierras morelenses.
Admitimos que es una mera suposición que no podríamos confirmar con el autor de Aura y La muerte de Artemio Cruz porque falleció en 2012.
Ahora bien, ¿cómo es que hemos llegado hasta aquí?
En 2019 Cuernavaca fue sede de un curso-taller sobre Migración organizado por la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), una organización sin fines de lucro que se constituyó en 1994 con Gabriel García Márquez como presidente, Jaime Abello como director general y Jaime García Márquez como integrante de la primera junta directiva.
Pues bien, en ese curso al que asistieron periodistas de toda Latinoamérica, el que esto escribe tuvo la fortuna de ser el relator de la reunión, por recomendación de mi amigo el periodista Daniel Lizárraga, quien años antes había viajado a Cartagena para recibir el Premio Gabriel García Márquez por su investigación sobre “La casa blanca” de Enrique Peña Nieto.
Desde entonces prometimos venir a la sede de la organización que cambió de nombre al de “Fundación Gabo”.
Tras la muerte de Gabo, el 17 de abril de 2014, su viuda Mercedes Barcha asumió la presidencia de honor de la FNPI. La Fundación creó en 2017 el Centro Gabo como iniciativa para promover el legado de García Márquez en toda su dimensión personal y profesional, y en agosto de 2019 cambió su nombre a Fundación Gabo, con el objeto de potenciar sus iniciativas, proyectos y actividades alrededor de la figura de su fundador.
Casualmente, la Universidad de Ciencias Jurídicas de los hermanos Cipriano y José Sotelo Salgado, organizaron una pasantía sobre Delincuencia Organizada en colaboración con la Universidad del SInu, misma que estaba programada para marzo del 2020, con tan mala suerte que se tuvo que posponer por el cierre de fronteras debido a la pandemia.
Pero un año y medio después, aquí estamos para rendirle un homenaje a un periodista y escritor al que admiramos profundamente.
Hasta el próximo lunes.