El tema de Carlos Loret de Mola ha puesto a la sociedad mexicana en un escenario que creíamos superado: la polarización de la sociedad mexicana. Ya no importan los argumentos, sino solamente el lado del que está cada ciudadano: si estas con López Obrador entonces no debes creer nada de lo que publique Carlos Loret, y si estás en contra de AMLO entonces debes dar total credibilidad a lo que publica el periodista en mención.
Es decir, ya no hay libertad para criticar los desaciertos de la llamada Cuarta Transformación, pues automáticamente te conviertes en “traidor a la patria” y en simpatizante de Loret de Mola. ¿No podrá haber una forma de estar a favor de la libertad de expresión y el respeto a la privacidad sin que lo integren al “hashtag” “todossomosLoret”?
Jorge Zepeda Patterson, uno de los periodistas más respetados de este país (y que incluso ha sido reconocido como tal por el presidente López Obrador) escribió en su columna de ayer en Milenio que es preocupante el hecho de que este incidente se suma a otros que muestran un divorcio creciente entre las convicciones e ideales que ha sostenido el Presidente y una praxis diaria que se subordina a fobias y filias expresadas sin filtros.
“Por más que coincida con muchos de los ideales de justicia social que lo llevaron a Palacio, me resultan contraproducentes la fascinación de AMLO por el Ejército, su desdén convertido en animadversión hacia otras causas justas que no son la suya (feminismo, derechos humanos, ambientalismo, derecho a la crítica), la creencia de que sus gustos e idiosincrasias personales y el movimiento que representa la esperanza de tantos, son la misma cosa”.
Recuerda que trató a Loret en sus primeros años como reportero de radio y pudo apreciar las aptitudes personales y profesionales que le permitieron avanzar en este duro oficio. “Difiero del tipo de comunicación que él está haciendo porque me parece que en algún momento cruzó el límite de periodista para convertirse en activista político. Y justo por lo mismo, me parece que hay una diferencia sustancial entre criticar el abuso del soberano en contra de un crítico; e identificarse con lo que sostiene este crítico. Como decían los clásicos: un periodismo que solo ve cosas “buenas” en el gobierno no es periodismo, sino propaganda; pero solo inventariar lo negativo y olvidarse del resto de la información no equivale a hacer periodismo, sino política partisana”
Añade Zepeda Patterson -y coincidimos plenamente- que si el periodismo profesional, aquel que es útil a la vida pública, supone dar cuenta de la realidad, hacerlo desde el exclusivo punto de vista de una de las partes equivale a tomar partido. “Esto no significa que exista la objetividad absoluta, ni que carezcamos de convicciones políticas o de preferencias como cualquier otro ciudadano; pero en tanto que nos ostentemos como periodistas, tendríamos que hacer el esfuerzo de responder a los códigos de este oficio: dar cuenta de las distintas versiones, poner la información en contexto, verificar, informar y no adjetivar”.
Conocemos a Carlos Loret de Mola y a su padre Rafael Loret. El segundo vino a dar una conferencia a Cuernavaca a principios de los noventas y hace un par de años estuvimos con él y Amada Paredones en El Barcenal.
Con Carlos Loret coincidimos en 2013 en la entrega de reconocimientos que otorga anualmente el Club de Periodistas de México y que preside Celeste Sanz de Miera. A diferencia de otros colegas que no se dignan a tomarse una foto con un periodista provinciano, el entonces conductor estelar de los noticieros Televisa aceptó tomarse fotografías con cuanta persona se lo pidió, siempre de buen humor.
También tratamos al odiadísimo Joaquín López Dóriga en una festividad de la Fraternidad Puma en las instalaciones de Ciudad Universitaria gracias a la invitación de Alejandro González Dávila y mi amigo Juan Piña Nava.
Todos ellos no llegaron a donde están por arte de magia, sino que empezaron desde abajo. Quien crea que es fácil estar como responsable de un noticiero es porque no tiene idea de lo que está diciendo.
Lo peor de lo que está ocurriendo en estos momentos en México es que hasta aquellos periodistas que en alguna ocasión fueron considerados de alto profesionalismo y compromiso social, hoy son todo lo contrario a partir de que cayeron de su gracia del Gran Mesías. El caso más emblemático es el de Carmen Aristegui.
Cuando Carmen Aristegui le daba voz al entonces opositor Andrés Manuel López Obrador y luchaba contra los dueños de los medios de comunicación por mantener su línea editorial, entonces los morenistas la idolatraban. Hoy que su máximo líder decidió integrarla a la lista de periodistas no gratos, entonces ya le comenzaron a encontrar defectos.
López Obrador no quiere reporteros que investiguen, que critiquen, que cuestionen; quiere periodistas como los de Cuba que escuchaban durante horas a Fidel Castro y al final se ponían de pie para aplaudirle durante varios minutos.
El escándalo del hijo que vive en Estados Unidos con todas las comodidades que tanto se criticaban, sacó de sus casillas al presidente, y lleva tres días dedicando la mañanera a denostar a Carlos Loret de Mola.
Es tanto su coraje que está pidiendo cosas que jurídicamente no son posibles. Pretende que el Instituto Nacional de Acceso a la Información le diga cuánto le pagan las empresas a Loret, siendo que ese órgano no tiene facultades para investigar a particulares; al contrario, la Ley de Protección de Datos Personales exige que sea garante de que ningún ciudadano sea exhibido en sus cuestiones personales.
Y lo más seguro es que después de que el INAI le conteste que no es procedente su petición, y que al contrario, violó varias leyes al mostrar una supuesta lista de ingresos del periodista, entonces AMLO le pida a los legisladores desaparecer esa institución por ineficiente y onerosa, como lo pretende hacer con el Instituto Nacional Electoral.
HASTA MAÑANA.