Aquel 10 de febrero de 2019 el presidente Andrés Manuel López Obrador se veía realmente molesto, desencajado, pero fiel a su costumbre no se amilanó ante los gritos de la gente que gritaba al unísono: “Agua sí, Termo no”. “El pueblo es sabio, el pueblo puede decidir…”, dice mientras golpetea el púlpito.
Él habla del interés de la nación; ellos, del interés de preservar el agua y la vida. La tensión sube.
Sigue el presidente en su explicación: “Es un asunto heredado (…) La especialista de Conagua, Blanca Jiménez (la funcionaria pone cara de sorpresa) me dice: ‘no hay problema, no se va a agotar el agua ni se va a contaminar’. Y le creo a ella…”.
—Pues tómate un vasito- se escucha entre la gente.
“Agua sí, Termo no. ¡Cancelación, cancelación!”, seguían gritando.
El presidente dice que ha venido a dar la cara: “Llevo tres reuniones de este tema y le dije a los técnicos, a Blanca Jiménez, busca un organismo de la ONU para que certifique la calidad del agua”, insiste.
Luego ofrece, “como reparación del daño, en caso de que opere la termoeléctrica, en Morelos y los municipios de Tlaxcala y de Puebla por donde pasa el gasoducto van a tener la tarifa eléctrica más baja”.
—¡No! No vamos a comer luz— responden los agraviados.
El presidente les mira y señala con su dedo índice. Sigue su arenga: “Y si la gente dice no, es el pueblo el que manda. Que todos actuemos con responsabilidad”.
Los aplausos en las primeras filas chocan con los reclamos de las orillas.
Con un megáfono, insisten las mujeres de Huexca en que les cumpla. El presidente insiste: “Aunque haya gritos y sombrerazos, va a ser el pueblo el que decida”.
Luego, arenga contra los que se oponen:
“Yo entiendo que hay ambientalistas auténticos, pero también hay intereses creados. Saben ustedes que en este periodo neoliberal la CFE tiene que comprar la mitad de la energía eléctrica que consumimos a precios elevadísimos y hasta con subsidios. Y ¿qué les gustaría a esas empresas extranjeras? Escuchen: radicales de izquierda (señala con el dedo índice de la mano derecha)… que para mí no son más que conservadores. Escuchen: si no se utiliza la termoeléctrica de la CFE de una empresa de la nación, en vez de tener la luz para alumbrar todo Morelos, tendríamos que seguir comprando la luz a las empresas extranjeras”.
—¡Pero el gasoducto es privado, es de españoles!- le reviran.
A mano alzada, pregunta ¿quién está a favor? En las filas de adelante se levantan las manos. Y en contra, manos esparcidos en los costados y atrás.
Ya encarrerado, empieza a gritar: “Nosotros no queremos conservar nada, queremos transformar, cambiar esta realidad de opresión de injusticias, y acabar con la corrupción y la impunidad para heredar un México con dignidad y justicia”.
La anterior crónica fue publicada en el portal Pie de Página por Al-Dabi Olvera y Daliri Oropeza, quienes consignaron en su trabajo periodístico que entre la gente que protestaba había un campesino de nombre Samir Flores, quien al término del evento masivo del presidente declaró lo siguiente:
“Es lamentable lo de Andrés Manuel López Obrador. No puedo dejar de pensar en un momento: cuando Madero entra el poder y le da la espalda al general Zapata. Esto me recuerda a esa página de la historia”.
Lo que no sabían los reporteros de Pie de Página, es que ese entusiasta joven de tez morena y rasgos indígenas sería asesinado diez días después.
Exactamente el 20 de febrero del 2019, a las cinco y media de la mañana, tres hombres llegaron hasta la casa de Samir, en el centro de Amilcingo, y le hablaron por su nombre. Salió su madre y preguntó que querían. Le comentaron que deseaban comprar espacio en su radio comunitaria.
Ante esa explicación Samir salió totalmente confiado, sólo para recibir cuatro balazos en la cabeza, tres de calibre 38 y uno de 45.
Fue hasta el 30 de septiembre del año pasado que el fiscal general de Justicia, Uriel Carmona, anunció que había un detenido como presunto responsable del homicidio. Lo que no dijo es que esa persona ya llevaba más de un año preso por otros delitos en la cárcel distrital de Cuautla.
Javier N había sido detenido por homicidio en grado de tentativa y extorsión. Ese caso actualmente está en etapa intermedia, aplazado hasta que se resuelva un recurso de apelación.
Una prueba que presentó la Fiscalía al juez de la causa para imputarle a Javier el homicidio de Samir, es un testimonio de un policía de Temoac, identificado con el nombre de Enrique y que esa madrugada se dirigía a su trabajo y observó un auto Sentra, estacionado en la calle principal.
A él le pareció sospechoso y se escondió detrás de un local, ya que por la labor que realiza, identificó a las personas. En ese momento escuchó los disparos y miró el destello de estos.
El policía dijo en su declaración, rendida un mes después del hecho, que observó a dos hombres, vestidos de negro. Él los reconoció como Salvador y Asael quienes salieron corriendo del callejón.
Los dos hombres abordaron el auto Sentra y huyeron rumbo a la autopista. Después miró que Javier salió de la privada y corrió en sentido contrario del automóvil que se retiraba.
El ruido de los disparos despertó a Samanta, una vecina de Samir, también testigo, quien se asomó y alcanzó a ver un auto de color negro, con cuatro personas a bordo, el cual se retiraba del lugar.
La esposa de Samir, Liliana, se despertó tras escuchar los disparos. Ella y Epifanía salieron de su casa y observaron el cuerpo de Samir, junto al árbol de huamúchil, en donde había una cartulina con un mensaje que decía:
“Por puto chismoso denunciaste a Abraham Ocampo y sigues tú Michoacano con tu pendeja banda. Comando Tlaica” (sic). El padre de Samir recogió el papel y lo entregó al personal de la Fiscalía, y después simplemente “se perdió”.
Según la declaración de Marco, un amigo de Samir, en diciembre de 2018, él trabajaba de chofer para la esposa de Asael, Isabel R. y la tarde del viernes 14 fue testigo de un hecho: Humberto S. Z., un líder social, habló con “La Patrona”, Isabel, y le preguntó cuánto le costaba mataran a Samir, ya que él se oponía a la construcción de la termoeléctrica y eso afectaba en sus intereses.
Supuestamente, ella le llamó a Salvador y le ordenó para que junto con Asael y otra persona reconocida como “Juanito”, asesinaran al líder comunitario.
A tres años de su muerte, familiares y compañeros de lucha de Samir consideran que el tal Javier es un “chivo expiatorio”, y que los verdaderos responsables están libres.
HASTA MAÑANA.