Lo que a continuación vamos a narrar le ocurrió a un amigo nuestro, pero le puede pasar a cualquier familia de esta ciudad de Cuernavaca, donde la delincuencia aprovecha la falta de recursos financieros y humanos en la Secretaría de Protección y Auxilio Ciudadano. Lo peor no es ser víctima de un asalto en un restaurante, sino la impotencia de llegar a la Fiscalía y escuchar que no hay quien vaya en persecución de los asaltantes por ser fin de semana.
Domingo por la mañana, se reúne la familia después de una semana de intenso trabajo. Llega el hijo que labora en un hospital de la Ciudad de México y sólo viene los fines de semana, la hija que heredó la profesión de su padre y se encarga del despacho, acompañada por su esposo y sus dos pequeñas hijas.
Alguien dice que tiene antojo de barbacoa y tanto la madre como el padre aceptan salir a almorzar fuera –sirve que no cocinan- salvo las bebés que ya están desayunando comida propia de su edad.
Toman sus vehículos y se dirigen a un restaurante cercano, “Las Granjas”, ubicado sobre la avenida Diez de Abril. Eligen una mesa cercana a la salida y comienzan a degustar los alimentos de su preferencia. Ya pasa de las diez de la mañana.
Al jefe de la familia le llama la atención que hay una mesa cuyos ocupantes voltean constantemente hacia ellos, pero no hace caso. Los comensales piden la cuenta y se van. No pasan ni cinco minutos cuando llega un sujeto joven, con pantalón de mezclilla, tenis, sudadera azul marino, gorra del mismo color y cubre su rostro con una mascarilla que hoy son obligatorias para entrar a cualquier establecimiento.
Sólo se acerca a la primera mesa, saca una pistola y corta cartucho. Pide las carteras de todos, comienza a arrancar las cadenas que tiene a la vista y amenaza a las mujeres para que se quiten ellas mismas sus joyas. También exige los teléfonos celulares y se los guarda en las bolsas traseras del pantalón.
Ninguna otra mesa fue molestada. Cuando recogió el botín salió caminando. El profesionista sale de inmediato a ver y se percata de que el delincuente huyó en un taxi color blanco que ya lo esperaba metros adelante. Su yerno aborda su camioneta y sale en su persecución pero no logra alcanzarlo y se le pierde entre las calles de Atlacomulco.
Los propietarios del restaurante se muestran apenados y proporcionan las imágenes de sus cámaras de seguridad, en una de las cuales se observa el taxi en el que huyo el asaltante: March color blanco con placas A320LTT.
En esos momentos ven pasar una motocicleta de la Policía Vial de Cuernavaca y le piden auxilio. La idea era que fueran “radiados” los datos del vehículo para que pudiera ser localizado por alguna patrulla, pero lo que escuchó nuestro amigo lo dejó helado:
“Disculpe jefe, pero no tenemos radios”.
Por increíble que parezca, los patrulleros de Tránsito de Cuernavaca traen unos modernos aparatos para cobrar infracciones, pero no portan un aparato de radio que es esencial incluso para su seguridad personal.
Entre indignada y asustada, la familia regresa a su casa y mediante otro teléfono celular buscan el aparato Iphone que tiene un dispositivo de geolocalización. La aplicación indica que el celular ha sido activado en Temixco, cerca de Acatlipa, por lo que el yerno se dirige hacia ese lugar en tanto que el jefe de familia enfila hacia la Fiscalía General de Justicia, en la avenida Emiliano Zapata.
Hasta ese momento se tenía el número de placas del vehículo en el que huyó el asaltante y la señal del GPS de uno de los teléfonos robados que podía ser rastreado en tiempo real. Con lo que no contaban era con el burocratismo de la Fiscalía General de Justicia, donde aceptaron levantar su denuncia, pero le advirtieron que no había elementos de la Policía de Investigación Criminal que fueran a buscar a los responsables.
Con el apoyo del síndico de Temixco se logró que la Policía Preventiva ubicara el taxi y detuviera a su ocupante. “No tenemos personal para ir por él, usted tómele una foto y déjelo ir”, recomendó una auxiliar del Ministerio Público. Y si no querían ir a hacerse cargo de un detenido, mucho menos rastrear un teléfono que a esas horas ya aparecía en Plaza Cuernavaca.
De mala gana y obligados por la presión que hicieron amigos de la víctima a través de llamadas y “tuitazos”, el personal de la Fiscalía aceptó tomarle su declaración y emitir los primeros oficios para que la PIC comenzara a investigar.
Y lo que prometía ser un domingo familiar de sana convivencia y descanso, se convirtió en un infierno que concluyó a las seis de la mañana de ayer lunes, pues a esa hora concluyó los trámites nuestro amigo.
El taxista permanece en calidad de detenido pero no se ha podido recuperar el botín. En las próximas horas se definirá su situación jurídica, quizás con una libertad pues él se mantendrá en su declaración de sólo haber hecho su trabajo de llevar a ese muchacho al restaurante y esperarlo por unos minutos.
Hacemos pública esta denuncia con el fin de que la población de Cuernavaca y sus alrededores esté alerta y no haya más víctimas de estos malhechores que al parecer operan con la participación de varios integrantes: uno que detecta a la posible víctima, otro que hace el robo y otro que ayuda a su escape.
Es triste decirlo, pero si no quiere sufrir este tipo de delitos, tiene que salir a la calle y a los restaurantes sin ningún objeto que pudiera llamar la atención de los delincuentes, y desconfiar de todo mundo pues cualquiera de los comensales puede ser parte de la banda que con una simple llamada o mensaje de texto le indica quién es la víctima perfecta.
Y hacemos un llamado al fiscal general del Estado, Uriel Carmona Gándara para que ponga más elementos tanto de Ministerios Públicos como de agentes investigadores que funcionen también los fines de semana y funcionen con eficiencia.
HASTA MAÑANA.